La retención de la mayoría de las ayudas destinadas a miles de guantanameros afectados por el huracán Oscar en los municipios de Imías, San Antonio del Sur, Baracoa y Maisí ha desatado una ola de indignación en redes sociales y entre los activistas del proyecto Huellas. Las donaciones, recolectadas con esfuerzo tanto dentro de Cuba como desde el exilio, tenían como objetivo aliviar la situación crítica de estas comunidades, pero han sido retenidas por el Gobierno Provincial de Guantánamo bajo el argumento de incumplimientos protocolarios, un acto calificado por los activistas como «anticubano y antiético».
Johanna Jolá Álvarez, líder del proyecto, denunció públicamente la falta de sensibilidad de las autoridades, señalando que estas acciones van en contra de las necesidades urgentes de los ciudadanos. Sin embargo, en lugar de abrir canales para que estas iniciativas prosperen, la Seguridad del Estado ha citado a miembros del grupo, ejerciendo presión sobre quienes buscan ayudar y tachando de sospechosa cualquier acción independiente.
Este tipo de incidentes evidencia un problema estructural: el gobierno cubano se aferra a una mentalidad que recuerda a los años de la Perestroika, incapaz de reconocer sus limitaciones y de abrirse a soluciones externas. Mientras pide a agencias en Miami que eludan el embargo y envíen ayuda, en casa obstaculiza los esfuerzos de quienes, de manera desinteresada, buscan aliviar el sufrimiento de los más vulnerables.
La retención de estas donaciones es una muestra clara de cómo las prioridades políticas prevalecen sobre las necesidades humanas. En lugar de permitir la entrada de toda ayuda posible, sin importar su procedencia, las autoridades optan por el control y la centralización, sofocando iniciativas solidarias y generando desconfianza entre la población.
Cuba no puede avanzar mientras persista esta visión retrógrada, que prioriza la imagen del gobierno por encima del bienestar de sus ciudadanos. Es hora de que las autoridades reconozcan sus limitaciones y permitan que fluyan todas las formas de apoyo, sin coaccionar a quienes, con valentía, intentan llenar los vacíos que el propio sistema ha dejado.