Restablecen circulación por la Línea Central tras accidente ferroviario en Camagüey, pero persisten desafíos estructurales en el transporte cubano

El paso por la Línea Central del ferrocarril cubano ha sido restablecido tras el descarrilamiento ocurrido en la noche del martes en el kilómetro 522,6, en el tramo conocido como acceso El Cárnico, en la provincia de Camagüey. El incidente afectó al Tren Extra 16, que cubría la ruta Holguín-La Habana y provocó daños significativos en la infraestructura ferroviaria: cuatro raíles destruidos y tres tramos de vía dañados, con un total de 69 traviesas afectadas.

De acuerdo con declaraciones del ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, cinco brigadas especializadas trabajaron de manera ininterrumpida desde la madrugada para reparar los tramos dañados. Las labores incluyeron la reposición de traviesas y la soldadura de raíles, con el objetivo de garantizar el paso seguro de los trenes lo antes posible.

Como parte de las medidas emergentes, el tren La Habana–Guantánamo, que circulaba en dirección contraria, tuvo que detener su marcha en la estación de Majagua, Ciego de Ávila, donde más de 700 pasajeros y tripulantesrecibieron atención mientras se evaluaba la situación del tramo afectado. A las 6:20 p.m. del miércoles, la circulación fue reanudada y el tren atravesó con éxito la zona reparada.

El tren Habana–Santiago salió según su horario previsto y se encuentra en trayecto, mientras las brigadas continúan las tareas de rehabilitación completa del área donde ocurrió el descarrilamiento.

Una solución rápida ante un problema crónico

Aunque las autoridades han sido diligentes en la respuesta al accidente, este nuevo incidente vuelve a poner sobre la mesa las profundas vulnerabilidades del sistema ferroviario cubano, marcado por años de falta de mantenimiento, escasez de recursos técnicos y deterioro progresivo de su infraestructura.

El hecho de que una avería puntual haya paralizado parcialmente una de las principales arterias ferroviarias del país, afectando a cientos de pasajeros, revela la fragilidad operativa de un medio de transporte que debería ser esencial para la conectividad nacional. A ello se suma la falta de inversión sostenida, la carencia de materiales básicos —como traviesas, raíles o sistemas de señalización modernos— y la ausencia de una política integral de renovación ferroviaria.

En un contexto donde el transporte por carretera también enfrenta serias dificultades, el tren representa para miles de cubanos una de las pocas alternativas asequibles para viajar largas distancias. Sin embargo, los frecuentes retrasos, los accidentes y las condiciones precarias de los vagones y locomotoras hacen que cada trayecto se convierta en una experiencia marcada por la incertidumbre.

El restablecimiento del paso en Camagüey es sin duda una buena noticia para los viajeros y para la operación del sistema, pero también debe ser un llamado a mirar más allá de la emergencia. Mientras el país no priorice una modernización real del transporte público —ferroviario, terrestre y urbano—, los accidentes y las interrupciones seguirán repitiéndose con consecuencias sociales y humanas considerables.

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