René Portocarrero, nacido el 24 de febrero de 1912 y fallecido el 7 de abril de 1985 en La Habana, se ha consolidado como una de las figuras más emblemáticas de la pintura cubana del siglo XX. Su obra, profundamente arraigada en las tradiciones afrocubanas y destacada por su uso enérgico del color, sigue siendo un reflejo vibrante de la cultura cubana y su influencia artística global.
Portocarrero inició su carrera artística con una exposición en 1934 en el Lyceum de La Habana, marcando el comienzo de una trayectoria llena de creatividad y exploración. Aunque fue mayormente autodidacta, su paso por la Academia de Artes Plásticas San Alejandro y su colaboración en el Estudio Libre para Pintores y Escultores en La Habana fueron fundamentales para su desarrollo. Estableció fuertes lazos con la generación de poetas del grupo Orígenes, lo que enriqueció su obra con la integración de elementos literarios y pictóricos.
En el ámbito educativo, Portocarrero también dejó su huella como profesor de dibujo libre en la Cárcel de La Habana en 1943, donde incluso realizó un mural con temática religiosa. Este periodo fue también el inicio de numerosos ciclos de obras que retrataban desde escenas urbanas hasta elementos de una mitología contemporánea, mostrando su capacidad para entrelazar lo real con lo imaginario.
Su reconocimiento trascendió las fronteras nacionales, con exhibiciones en la Julian Levy Gallery y el Museo de Arte Moderno en Nueva York, y su fascinación por las festividades y la cultura popular cubana fue el foco de muchas de sus series más tarde, incluyendo aquellas dedicadas a los carnavales y la santería afrocubana.
Portocarrero fue galardonado con numerosos premios a lo largo de su carrera, incluyendo el Premio Nacional de Pintura de Cuba en 1951 por su obra «Homenaje a Trinidad». También recibió reconocimientos internacionales significativos como la Orden de la Cultura de Polonia y el Águila Azteca de México, que no solo destacan su maestría pictórica sino también su rol como un destacado embajador de la cultura cubana.
Hoy en día, la obra de René Portocarrero sigue inspirando tanto a artistas como a aficionados del arte alrededor del mundo. Su legado perdura como un testimonio de la rica identidad cultural de Cuba y como una fuente de inspiración continua para las futuras generaciones de creativos. Su vida y su arte son recordados como símbolos del poder transformador y unificador del arte.