El Banco Central de Nicaragua (BCN) ha confirmado que en el primer semestre de 2024 la economía del país continúa siendo sostenida, en gran parte, por las remesas enviadas por los nicaragüenses que residen en el extranjero, un dato que cuestiona la capacidad del gobierno para generar oportunidades económicas y mejorar las condiciones de vida internas. A pesar de los esfuerzos oficiales por atraer inversión extranjera, los recursos provenientes de otros países no han logrado igualar el aporte de las remesas, que llegaron a 3.394,2 millones de dólares entre enero y agosto de este año, superando en 1.805,6 millones a la inversión extranjera directa (IED) en el mismo periodo.
La dependencia del flujo de remesas plantea preguntas sobre la eficacia de las políticas económicas del gobierno, especialmente cuando el ingreso de IED, si bien creció un 11,3% en comparación con 2023, sigue siendo insuficiente para sostener una economía en crecimiento. En un contexto en el que el costo de vida aumenta y los salarios reales pierden poder adquisitivo, muchos nicaragüenses encuentran en las remesas el único soporte para cubrir sus necesidades básicas. A pesar de este panorama, el gobierno evita profundizar en la fragilidad de su economía y enfoca su narrativa en los incrementos relativos de la inversión extranjera, que siguen sin responder a los problemas estructurales del país.
Origen de la inversión extranjera y sectores beneficiados
Según el reporte oficial, Panamá y Estados Unidos encabezan las fuentes de inversión en Nicaragua, concentrándose principalmente en sectores como la industria, el sector financiero y la energía. Sin embargo, los flujos de IED continúan siendo volátiles y dependen de un pequeño grupo de países, lo que hace vulnerable a la economía en caso de cambios en las políticas o condiciones de estos socios económicos.
Además, mientras que sectores como la industria y la energía atraen parte de esta inversión, otras áreas que impactan directamente en el bienestar de la población, como el comercio y servicios o la agricultura, quedan relegadas. La inversión extranjera en el sector pesquero, por ejemplo, ha crecido significativamente, pero sectores como salud, educación y desarrollo social reciben poco apoyo, lo cual evidencia una falta de estrategia del gobierno para equilibrar el crecimiento y beneficiar a todos los sectores de la población.
Expectativas de crecimiento cuestionadas
El Banco Central proyecta un crecimiento económico de entre 3,5% y 4,5% para el cierre de 2024, con un índice de desempleo que se mantendría entre el 3% y el 3,5%. No obstante, muchos economistas locales cuestionan estos datos, señalando que el empleo formal sigue siendo insuficiente y que una parte considerable de la población activa depende de la economía informal o de los ingresos enviados desde el extranjero. En un país donde la migración es una constante, las cifras de desempleo no reflejan la realidad de quienes han tenido que abandonar Nicaragua en busca de mejores oportunidades.
Aunque el informe del Banco Central presenta una visión de estabilidad en el mercado laboral y de reducción en las presiones inflacionarias, especialistas advierten que esta narrativa ignora la realidad de los salarios estancados y la creciente desigualdad en el acceso a bienes y servicios básicos. Si bien se reporta una disminución en los precios de alimentos y servicios, la presión económica sobre las familias sigue siendo intensa, y la estabilidad prometida por el gobierno parece ser inalcanzable para muchos.
La economía de Nicaragua, lejos de fortalecerse internamente, depende cada vez más del esfuerzo de sus ciudadanos en el extranjero. Mientras el gobierno promueve una imagen de crecimiento sostenido y estabilidad, los nicaragüenses enfrentan una realidad marcada por el éxodo de personas en busca de mejores oportunidades, el estancamiento salarial y un mercado laboral débil. La dependencia en las remesas y la falta de diversificación en la inversión extranjera son indicadores de una economía que, en lugar de avanzar, depende de factores externos e inestables. Sin cambios profundos en sus políticas internas y en sus relaciones internacionales, el gobierno de Nicaragua sigue sin ofrecer una solución duradera a los problemas estructurales que afectan a su población.