En una reciente experiencia en el transporte público de La Habana, Mario Herrera compartió una anécdota que refleja los desafíos cotidianos de mantener la integridad y enseñar valores a las nuevas generaciones. A bordo del ómnibus 5223 de la ruta 174, Herrera y su familia enfrentaron una situación que puso a prueba su compromiso con la honestidad.
El incidente ocurrió cuando Herrera, junto con su esposa y su hijo de tres años, abordaron el ómnibus en la parada del Habana Libre. A pesar de que es habitual que los pasajeros que ya estaban a bordo desciendan para respetar el orden de la fila en la parada inicial, cuatro individuos optaron por permanecer sentados, pagando extra para evitar este protocolo. Esto incluyó a una señora con bastón y tres mujeres jóvenes que, sin esperar en la fila, ocuparon asientos antes de que Herrera y su familia pudieran subir.
Una vez en el autobús, la familia de Herrera tuvo que permanecer de pie, pues los asientos disponibles estaban ocupados por aquellos que no habían respetado la cola. Entre miradas evasivas y una indiferencia palpable por parte de los otros pasajeros, Herrera reflexionó sobre la importancia de ser una persona íntegra y humana, a pesar de las molestias que esto pueda generar.
Herrera expresó su frustración, señalando que, aunque ser honesto puede ser incómodo, le resultaría más difícil vivir de otro modo. Esta situación le sirvió para enseñarle a su hijo una valiosa lección sobre el comportamiento y los valores humanos, aunque el pequeño probablemente aún no comprenda completamente la situación.
El relato de Herrera no solo destaca la falta de cortesía común en situaciones cotidianas, sino que también plantea preguntas más profundas sobre los valores que se transmiten a las futuras generaciones. A través de su experiencia, este padre intenta cultivar en su hijo la importancia de la honestidad y el respeto por los demás, incluso cuando otros no actúan con la misma consideración.
