Durante la Semana Santa de 2025, algunas comunidades católicas en Cuba lograron celebrar procesiones de Viernes Santo, tras recibir autorizaciones oficiales, mientras que en otras localidades las actividades religiosas fueron prohibidas o fuertemente vigiladas.
En La Habana, la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en El Vedado, pudo realizar una procesión acompañada de fieles y música sacra transmitida desde un vehículo. De manera similar, en Baracoa se celebró una marcha religiosa que concluyó en la Catedral Nuestra Señora de la Asunción, en un ambiente enmarcado por la narrativa oficial de «unidad comunitaria».
Sin embargo, el panorama general estuvo marcado por restricciones. En Trinidad, Sancti Spíritus, fue prohibida la histórica procesión del Cristo de la Humildad y Paciencia, pese a cumplir con los requisitos legales de solicitud, según denunció el sacerdote Lester Rafael Zayas Díaz. La negativa de las autoridades, reforzada con la presencia de agentes de seguridad en los alrededores de la iglesia, evidenció el ambiente de desconfianza y control que persiste en torno a las manifestaciones públicas de fe.
También en La Habana fue cancelado el tradicional Viacrucis del Domingo de Ramos, reflejando que, aunque algunos actos fueron permitidos, no se trata de un cambio estructural en la política hacia la libertad religiosa, sino de excepciones puntuales.
La participación masiva en celebraciones religiosas, como la del Santuario del Cobre en Santiago de Cuba, confirma el arraigo de la fe católica en la isla. Sin embargo, el acceso limitado al espacio público sigue mostrando la tensa relación entre la Iglesia Católica y el Estado cubano, donde la fe continúa siendo, para muchos, una forma de resistencia y afirmación de derechos fundamentales.