Un incidente violento ocurrido recientemente en el reparto conocido como «La Colorá», en la ciudad de Holguín, ha encendido nuevamente el debate en torno a la creciente inseguridad ciudadana en distintas zonas del país. En horas de la noche, un hombre de la tercera edad que laboraba como custodio en una bodega local fue atacado por al menos cuatro individuos, quienes lo agredieron físicamente, lo ataron y lo arrojaron a una zanja cubierta de maleza, luego de perpetrar un robo en el establecimiento.
El testimonio de la víctima, recogido en un video que circula en redes sociales, detalla la brutalidad del acto y ha generado una oleada de indignación entre los vecinos, muchos de los cuales acudieron al lugar para asistir al hombre tras el asalto. La escena, marcada por la violencia ejercida contra una persona vulnerable y en el ejercicio de su trabajo, ha sido interpretada por muchos como reflejo de una situación más amplia: el aumento perceptible de hechos delictivos en diversas regiones del país.
Aunque las autoridades no han emitido un comunicado oficial sobre este caso específico, el suceso se enmarca dentro de una tendencia que ha sido reconocida por voces de la sociedad civil y medios locales: el incremento de robos, asaltos y otros actos violentos, especialmente en horarios nocturnos y en espacios poco vigilados.
En medio de un contexto económico tenso, con persistentes dificultades de abastecimiento y deterioro de servicios, la seguridad ciudadana se ha convertido en una de las principales preocupaciones de la población. La percepción de impunidad ante determinados delitos ha alimentado demandas crecientes de respuestas más enérgicas por parte de las instituciones encargadas del orden público. No son pocos los ciudadanos que, ante hechos como el ocurrido en Holguín, reclaman mayor presencia policial, un sistema judicial más ágil y severo, y medidas preventivas eficaces.
El caso también abre interrogantes sobre las condiciones de trabajo de quienes, como este custodio, desempeñan funciones de seguridad en instalaciones comerciales en barrios periféricos, muchas veces sin garantías mínimas para su protección personal. La falta de iluminación adecuada, la escasa vigilancia y la ausencia de protocolos de emergencia agravan su vulnerabilidad.
La inquietud social generada por este suceso vuelve a colocar en el centro del debate la necesidad de reforzar políticas públicas orientadas a la prevención del delito y la protección de los sectores más expuestos. Mientras tanto, en lugares como “La Colorá”, el temor y la frustración persisten, a la espera de respuestas concretas que restablezcan la confianza en la seguridad cotidiana.