El anuncio oficial del cierre de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), hecho este 1 de julio por el secretario de Estado Marco Rubio, ha desatado una intensa controversia tanto a nivel nacional como internacional. Mientras el alto funcionario del gobierno de Donald Trump celebró lo que denominó “el fin de una era de ineficiencia”, un estudio publicado en la revista científica The Lancet advierte que esta decisión podría contribuir a más de 14 millones de muertes en los próximos cinco años, muchas de ellas evitables.
Rubio justificó el desmantelamiento de la agencia asegurando que la asistencia exterior estadounidense será a partir de ahora “más estratégica, eficiente y alineada con los intereses nacionales”, bajo el control directo del Departamento de Estado. En su publicación en Substack, el senador convertido en jefe de la diplomacia estadounidense señaló que esta reorganización pondrá fin a una estructura que, en su criterio, representaba “una burocracia costosa y sin control real de resultados”.
Sin embargo, el cierre de USAID —una institución con más de seis décadas de existencia y operaciones en más de 100 países— ha generado una oleada de críticas. Un análisis independiente publicado esta semana en The Lancet estima que los recortes impuestos por la eliminación de la agencia afectarán directamente a programas relacionados con el VIH/SIDA, la malaria, la tuberculosis, enfermedades diarreicas y respiratorias, así como a campañas de vacunación y asistencia nutricional, especialmente en zonas vulnerables de África, Asia y América Latina.
El estudio alerta que cerca de un tercio de esas muertes previstas (más de 4,5 millones) corresponderían a niños menores de cinco años. Los investigadores califican la decisión de “tragedia política de escala histórica”, comparándola con los efectos de una pandemia global o una guerra prolongada. “Pero, a diferencia de estos eventos, esta crisis sería el resultado de una decisión deliberada, cuyas consecuencias podrían sentirse por generaciones”, indican.
Pese a la contundencia del estudio, altos funcionarios del Departamento de Estado desestimaron su validez. En declaraciones recogidas por CNN, un vocero afirmó que muchos análisis “se basan en suposiciones erróneas” sobre los planes reales de la administración. Según esa fuente, los programas de ayuda “que realmente salvan vidas” seguirán adelante, pero bajo un modelo diferente, centrado en compromisos bilaterales, inversión conjunta con gobiernos aliados y acuerdos comerciales.
El desmantelamiento de USAID fue impulsado por el recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), respaldado por el empresario Elon Musk, quien ha abogado por “rediseñar por completo” el aparato federal estadounidense. Bajo esta lógica, la política de ayuda exterior ha sido objeto de un redimensionamiento drástico desde enero, cuando se congelaron múltiples proyectos humanitarios y sanitarios con impactos inmediatos en terreno.
Exempleados de la agencia describieron la situación como “desgarradora”. “Tuvimos que recoger nuestras pertenencias sin saber si los programas que construimos durante años continuarán o simplemente desaparecerán”, dijo una exfuncionaria en entrevista con CNN. Algunas ONGs han reportado el cierre abrupto de operaciones en zonas afectadas por conflictos, hambrunas o epidemias, donde USAID había sido históricamente el principal financiador.
La supresión de USAID marca un giro radical en la política exterior de Estados Unidos, que tradicionalmente había mantenido un papel protagónico en materia de cooperación internacional. La reconfiguración de este rol bajo la narrativa de “Estados Unidos primero” plantea serias interrogantes sobre el futuro de la diplomacia humanitaria global y el compromiso de Washington con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Para muchos analistas, el costo político de esta decisión podría ser profundo. No solo socava la imagen del país como actor responsable en el escenario global, sino que deja espacio a otros competidores geopolíticos —como China y Rusia— para ganar influencia mediante su propia ayuda internacional. El fin de USAID no es, simplemente, el cierre de una oficina gubernamental: es la redefinición de la forma en que Estados Unidos se relaciona con el resto del mundo.
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