Televisor antiguo y lavadoras viejas

Objetos del pasado siguen vigentes en los hogares cubanos: entre ingenio, nostalgia y necesidad

En medio de una prolongada crisis económica y tecnológica, muchos hogares cubanos continúan aferrados a objetos que en otros países ya forman parte del pasado. Desde ventiladores hechos con motores de secadoras hasta televisores soviéticos Crin 218 y refrigeradores de más de cuatro décadas, estos aparatos siguen siendo parte del paisaje doméstico en la isla, no solo como herramientas funcionales, sino como reflejo de la resiliencia y creatividad popular.

El ventilador con motor de secadora, por ejemplo, es una solución común en numerosos hogares cubanos. Esta invención, que combina piezas reutilizadas con diseño artesanal, ha resistido el paso del tiempo gracias a la escasez de alternativas en el mercado. Similar es el caso de los televisores soviéticos, como el Crin 218 o modelos comparables de fabricación checoslovaca, aún en funcionamiento pese a sus limitaciones técnicas. Estos equipos, mantenidos con piezas recicladas y reparaciones caseras, son testigos del ingenio cubano frente a las carencias estructurales del sistema.

Otro ejemplo emblemático es el del refrigerador “GL”, un modelo que ha sobrevivido gracias a la adaptación de compresores modernos o partes improvisadas. En algunos hogares, lavadoras construidas con partes de carros viejos o electrodomésticos desechados permiten mantener una vida doméstica activa en ausencia de productos importados accesibles.

Aunque estas soluciones hablan de la inventiva de la población, también reflejan una realidad persistente: el retraso tecnológico de una nación que durante décadas ha vivido al margen del acceso libre al mercado internacional. La necesidad ha llevado a muchos cubanos a convertirse en técnicos improvisados, mientras el país sigue acumulando una brecha tecnológica significativa con respecto al resto del mundo.

En los últimos años, algunos programas estatales intentaron sustituir estos aparatos antiguos, pero el alto costo de los nuevos equipos, la escasez en tiendas estatales y la devaluación del peso cubano han hecho que la mayoría de las familias mantenga lo que tiene. Así, lo que comenzó como una solución provisional se ha convertido en una forma de vida.

Estos objetos del pasado no solo siguen encendidos en los hogares cubanos; también iluminan, con cada zumbido o chispa, la historia de un pueblo acostumbrado a resistir. El desafío, sin embargo, está en transformar esa capacidad de resistencia en oportunidades reales de progreso y acceso digno a la tecnología del presente.

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