Lo que debió ser un momento de unión familiar terminó siendo una Navidad marcada por la penumbra. Según estimaciones oficiales de la Unión Eléctrica (UNE) y múltiples reportes ciudadanos, más del 60% del territorio nacional permaneció sin servicio eléctrico durante las jornadas festivas del 24 y 25 de diciembre, afectando a millones de hogares.
La crisis tomó fuerza en pleno horario pico, cuando la UNE notificó un déficit de generación de 1.960 MW, cifra que imposibilita la estabilidad del sistema y deja fuera de servicio a una parte mayoritaria del país. En provincias como Santiago de Cuba, Holguín y Matanzas, residentes reportaron apagones continuos sin horarios de rotación, rompiendo con la tradicional “programación” que permitía prever los cortes.
“Ayer 24 de diciembre fue fatal… fueron 24 horas enteras en apagón”, escribió un ciudadano desde Matanzas, una frase que resume el desgaste emocional de una población que enfrenta esta situación desde hace años.
Las zonas rurales y comunidades del interior han sufrido el peor golpe. En localidades de Guantánamo y Santiago de Cuba, los apagones han superado las 20 horas diarias, mientras en municipios centrales de Villa Clara y Ciego de Ávila, el servicio solo ha regresado por intervalos de una hora, lo cual impide cocinar, refrigerar alimentos o realizar actividades mínimas. Incluso La Habana, que históricamente ha sido priorizada en el reparto energético, experimentó cortes de más de 14 horas en barrios enteros.
Las autoridades atribuyen el colapso a tres factores principales. En primer lugar, la escasez de combustible, que mantiene paralizadas más de 50 centrales de generación distribuida. A esto se suma la avería de unidades termoeléctricas en puntos estratégicos como Mariel, Santa Cruz, Felton y Renté, y finalmente, un sistema eléctrico obsoleto, necesitado de inversiones que hoy el país no está en condiciones de realizar.
Sin energía para cocinar —en un país donde gran parte de los hogares depende de hornillas eléctricas— miles de familias recurrieron al carbón o la leña para preparar la cena de Nochebuena. La pérdida de alimentos por falta de refrigeración se ha convertido en una preocupación adicional en un escenario de precios elevados, escasez y deterioro del poder adquisitivo.
Mientras el Ministerio de Energía y Minas asegura que podría existir una “ligera mejora” en 2026, la realidad parece apuntar a un final de año sin alivio. En diciembre, la oscuridad no solo ha sido física: ha sido un símbolo de la crisis social, económica y emocional que atraviesa la población.
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