Un proyectil lanzado desde Irán durante la madrugada de este lunes provocó daños materiales en la sede diplomática estadounidense en Tel Aviv, según confirmaron medios locales israelíes. Aunque no se reportaron heridos entre el personal, el hecho ha encendido las alarmas en torno al posible cambio de postura de Estados Unidos frente al conflicto entre Teherán y Tel Aviv.
La embajada norteamericana anunció el cierre temporal de sus oficinas en Tel Aviv y Jerusalén, así como del consulado, citando razones de seguridad ante la creciente inestabilidad. En paralelo, la representación diplomática informó que, dadas las condiciones actuales, no es posible evacuar ciudadanos estadounidenses por vía aérea, aunque se mantienen abiertos algunos cruces fronterizos terrestres, particularmente hacia Jordania.
Hasta ahora, la Casa Blanca no ha emitido una declaración oficial sobre el incidente, ni ha aclarado si considera el ataque como una agresión directa contra sus intereses. No obstante, observadores internacionales señalan que el impacto en una instalación diplomática podría modificar el nivel de implicación de Washington en la escalada militar en Oriente Medio.
Anteriormente, se había sugerido que Estados Unidos limitaría su participación militar salvo que se vieran afectados directamente sus activos en la región. El impacto de este misil —aunque no con consecuencias fatales— plantea una posible redefinición del umbral de intervención por parte del gobierno de Donald Trump.
La tensión ha ido en aumento desde que Irán y sus aliados intensificaron su ofensiva contra objetivos en territorio israelí, en respuesta a bombardeos recientes. La situación se complica aún más tras el cierre del aeropuerto Ben Gurion, que ha limitado seriamente las opciones de salida del país.
Cabe recordar que durante su primer mandato, Trump impulsó el traslado de la embajada de EE.UU. de Tel Aviv a Jerusalén, una decisión que generó controversia internacional y tensiones diplomáticas. Hoy, ambas sedes enfrentan riesgos crecientes en un entorno cada vez más volátil.
Analistas advierten que si Washington decide interpretar el ataque como una provocación directa, la posibilidad de una implicación militar más activa no puede descartarse, lo que elevaría aún más la gravedad del conflicto.
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