Maduro asume su tercer mandato en medio de una crisis económica sin precedentes

La toma de posesión de Nicolás Maduro el pasado viernes marca el inicio de su tercer mandato, una etapa que comienza sobre los escombros de una crisis socioeconómica devastadora. A pesar de los signos de una recuperación económica moderada en los últimos años, la situación de Venezuela sigue siendo alarmante, con un tejido productivo en ruinas, niveles de pobreza que casi triplican el promedio regional y una desigualdad que alcanza dimensiones extremas.

Recuperación parcial en un contexto de colapso

El inicio de este nuevo mandato llega después de tres años de crecimiento económico moderado, resultado de una serie de reformas que se apartan de la ortodoxia estatista que definió la gestión chavista en el pasado. Desde 2020, el gobierno de Maduro ha impulsado ciertas medidas de apertura económica, como la dolarización parcial de la economía, una política fiscal más flexible y una actitud menos restrictiva hacia los empresarios y los capitales internacionales. Estas medidas han logrado frenar la hiperinflación y mejorado de manera puntual el comercio y la capacidad de compra de algunos sectores. Sin embargo, el daño estructural causado por años de crisis sigue siendo profundo, y la pobreza sigue afectando al 80% de la población, según cálculos de la Academia Venezolana de Ciencias Económicas (ANCE).

Destrucción de la industria y la economía

El colapso económico vivido entre 2014 y 2020, que provocó una contracción histórica del 80% en la economía, dejó secuelas imposibles de borrar rápidamente. El aparato productivo del país, que alguna vez fue una de las principales fuentes de empleo, opera actualmente al 30% de su capacidad. Miles de empresas han cerrado sus puertas, y el colapso de la industria petrolera, debido a la corrupción y la caída de la producción, ha dejado a Venezuela en una crisis energética sin precedentes.

El sector petrolero, que en su apogeo llegó a producir casi 3 millones de barriles diarios, actualmente lucha por alcanzar el millón, con una producción que aún se encuentra lejos de sus niveles históricos. A pesar de una ligera mejora gracias a las políticas impulsadas por Maduro y la distensión de la relación con Estados Unidos, las sanciones internacionales continúan pesando sobre el país.

Una población empobrecida y en exilio

El colapso de la economía también ha tenido un fuerte impacto en la calidad de vida de los venezolanos. El salario mínimo mensual ha caído a menos de 3 dólares, una cifra que se ve parcialmente complementada por bonos sociales, aunque insuficientes para cubrir las necesidades básicas. Mientras tanto, los servicios públicos continúan siendo ineficientes y los programas sociales, que alguna vez fueron el pilar del chavismo, se han desmoronado debido a la corrupción y a la falta de inversión.

La diáspora venezolana, que ya alcanza entre 7 y 8 millones de personas, es otro reflejo del colapso del país. Muchos han huido hacia otros países de América Latina, en busca de una vida mejor, mientras el gobierno de Maduro minimiza la magnitud de la crisis y se niega a reconocer su responsabilidad en el éxodo masivo.

La política interna y el control del poder

En el ámbito político, el chavismo continúa enfrentando un fuerte rechazo popular. La crisis de gobernabilidad que se intensificó a partir de 2015, cuando la oposición obtuvo una histórica victoria en las elecciones parlamentarias, ha llevado a Maduro a consolidar un control absoluto del poder. En respuesta, ha mantenido una estrategia de lealtad a través de subsidios y programas de asistencia como los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) y el carné de la patria, que aún son utilizados para mantener la base electoral, pero cuya efectividad es cada vez más cuestionada.

El mandato de Maduro se enfrenta a un futuro incierto. Con una economía aún débil, una oposición fragmentada y sanciones internacionales que persisten, la administración chavista tendrá que navegar un panorama de alta inestabilidad política y económica. Los venezolanos, mientras tanto, siguen luchando por sobrevivir en un país marcado por la incertidumbre y la desigualdad.

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