Cada 8 de septiembre, los cubanos, sumidos en las dificultades cotidianas que impone la crisis económica y social que atraviesa el país, se aferran con fervor a la espiritualidad y la devoción. En esta fecha, el pueblo se vuelca en la celebración de Oshún, la orisha yoruba del amor, la fertilidad y la abundancia, y de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, buscando en ellas esperanza y consuelo. Esta jornada, cargada de fe y sincretismo, resalta la profunda religiosidad del cubano, quien, en medio de las carencias materiales, encuentra refugio en su conexión espiritual.
Desde las primeras horas de la mañana, miles de fieles emprenden su peregrinación hacia el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba, con la esperanza de recibir la bendición de la Virgen. En un país golpeado por la inflación, la escasez de alimentos y medicinas, y las dificultades para subsistir, las oraciones se multiplican pidiendo por la protección y el alivio ante las adversidades. Las ofrendas tradicionales —velas, flores amarillas y alimentos— se mezclan con súplicas de salud, prosperidad y soluciones a los problemas que afectan a millones de cubanos.
La dualidad espiritual entre Oshún y la Virgen de la Caridad es un símbolo del sincretismo religioso que caracteriza a la isla, uniendo en una misma fe elementos de la santería yoruba y el catolicismo. En esta jornada, mientras algunos se dirigen a la iglesia, otros prefieren acercarse a los ríos, considerados sagrados por los seguidores de Oshún. Allí, depositan ofrendas como el «Oshinshin», un platillo preparado especialmente para la ocasión, con la esperanza de que la orisha les otorgue abundancia y bienestar. A pesar de la crisis, la devoción no se ve mermada, y las plegarias resuenan con más fuerza que nunca.
En tiempos de incertidumbre y escasez, la fe se convierte en un refugio para muchos cubanos, quienes ven en Oshún y la Virgen una oportunidad de renacer, de superar las dificultades que parecen inquebrantables. Las ofrendas de comida y flores en el agua, los cánticos en yoruba y español, y las velas encendidas en cada hogar no solo son manifestaciones religiosas, sino también actos de resistencia y esperanza en un futuro mejor.
Más allá del aspecto puramente religioso, esta jornada representa una catarsis colectiva, donde la espiritualidad se entrelaza con las preocupaciones cotidianas de un pueblo que enfrenta grandes desafíos. Los cubanos, en medio de la crisis, se aferran a sus creencias para encontrar la fortaleza necesaria para seguir adelante, confiando en que las bendiciones de Oshún y la Virgen de la Caridad les guiarán hacia tiempos de prosperidad.
La celebración del 8 de septiembre no solo reafirma la religiosidad del pueblo cubano, sino que también pone de manifiesto su capacidad para sobrellevar las adversidades. En medio de la crisis, la fe no se quiebra, y las súplicas por un cambio positivo en sus vidas se multiplican, recordando que, incluso en los momentos más difíciles, la esperanza y la espiritualidad siguen siendo pilares fundamentales para el pueblo cubano.