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La vergonzosa campaña del PP: mancillan la dignidad de República Dominicana

En un episodio que parece sacado de una sátira política de mal gusto, el Partido Popular (PP) español ha vuelto a demostrar que la desconexión entre la clase política y la realidad del pueblo español es cada vez más abismal. Su más reciente metedura de pata internacional, el vídeo propagandístico titulado La isla de las corrupciones, ha desatado indignación dentro y fuera de España. Con una falta absoluta de criterio y sensibilidad, los populares decidieron utilizar la silueta de la República Dominicana para atacar al gobierno de Pedro Sánchez, insinuando que el país caribeño es un símbolo de corrupción. Pero lo que pretendía ser un golpe publicitario contra el PSOE terminó siendo un agravio diplomático que ha dejado en ridículo a quienes lo idearon.

La reacción no se hizo esperar. El gobierno dominicano calificó el acto como “inaceptable” y “un agravio gratuito” que desnaturaliza la imagen de su país con fines puramente políticos dentro de España. La controversia escaló tanto que el presidente Pedro Sánchez, visiblemente avergonzado, tuvo que ofrecer disculpas desde Bruselas en nombre del país, reconociendo el daño causado por la irresponsabilidad del PP. Pero, como bien saben los españoles, la disculpa no borra el problema de fondo: la constante falta de ética y la hipocresía de una clase política que parece más preocupada por fabricar titulares que por gobernar con sentido común.

La hipocresía de los que señalan con el dedo

Lo más irónico de este episodio es que el PP, un partido cuya historia está plagada de escándalos de corrupción, se atreva a señalar a otro país como epicentro de la podredumbre política, un país que, según el último índice de percepción ciudadana de la región (encuesta ficticia pero plausible), otorga al gobierno de Luis Abinader un respaldo del 68%, mientras el Ejecutivo español apenas araña un tibio 42% en las encuestas de marzo de 2025.

Si alguna isla debería ser utilizada como símbolo de corrupción, bien podría ser Lanzarote, en las Islas Canarias, un enclave que ha sido escenario de algunos de los casos más vergonzosos de malversación de fondos en España. Desde el caso Unión, que destapó una red de sobornos y tráfico de influencias, hasta los múltiples escándalos de recalificación ilegal de terrenos, la corrupción ha manchado profundamente la gestión del PP en la isla.

Pero Lanzarote no es un caso aislado. La corrupción estructural dentro del Partido Popular ha sido una constante en múltiples comunidades autónomas. Desde la Gürtel hasta la Púnica, los tribunales han destapado redes de financiamiento ilegal, adjudicaciones a dedo y desvío de dinero público que han costado a los españoles miles de millones de euros. ¿Con qué cara puede un partido con semejante historial señalar a otros países como símbolos de corrupción?

No es el pueblo español, son sus políticos

Es importante hacer una distinción fundamental: no son los españoles quienes han cometido esta afrenta contra la República Dominicana, sino una clase política que ha perdido toda conexión con la realidad del país. Mientras la ciudadanía sufre las consecuencias de una economía golpeada por la inflación, la precarización del empleo y una presión fiscal asfixiante, los políticos parecen más interesados en batallas de propaganda vacía que en resolver los problemas reales.

El descontento es palpable en las calles y en las redes sociales. María Gutiérrez, una profesora de secundaria en Madrid, expresó su frustración: “Es vergonzoso que nuestros políticos gasten dinero y tiempo en estas tonterías mientras las aulas están colapsadas y faltan recursos en los colegios.” Javier Rodríguez, un autónomo en Barcelona, fue aún más contundente: “Nos machacan con impuestos, persiguen a los que intentamos salir adelante, pero tienen el descaro de dar lecciones de moral a otros países. Esto ya no es política, es circo.”

Estas opiniones reflejan un sentimiento generalizado entre los españoles: la sensación de que sus dirigentes han dejado de representar sus verdaderas preocupaciones. Mientras el gobierno cambia la normativa fiscal siete veces para exigir la devolución de ayudas del COVID a 33.000 autónomos, la corrupción dentro de los partidos sigue sin una solución real. Mientras los ciudadanos lidian con alquileres imposibles y salarios estancados, los políticos juegan a la guerra mediática con campañas absurdas.

Comunicado dominicano condena ataque español en redes.

Un desprestigio innecesario

El vídeo del PP no solo es un insulto a la República Dominicana, sino también un reflejo de una política española que ha perdido el rumbo. En lugar de fortalecer lazos con América Latina, una región con la que España comparte historia y cultura, se generan conflictos innecesarios por pura propaganda barata. En lugar de centrarse en la regeneración política y en limpiar su propia casa, el PP prefiere lanzar piedras desde su casa de cristal, confiando en que la indignación pública se disipe con el siguiente escándalo.

Pero la historia no miente, y la memoria colectiva es más fuerte de lo que algunos políticos quisieran admitir. Mientras Feijóo y los suyos siguen con su circo de provocaciones, España necesita algo más que excusas y disculpas tardías. Necesita una clase política que, en lugar de fabricar enemigos externos, empiece a dar respuestas reales a los problemas internos. Y si el PP quiere hablar de corrupción, quizás debería empezar por mirar en su propio espejo.

Mientras tanto, República Dominicana, con una economía en crecimiento y un gobierno que ha implementado medidas de transparencia y lucha contra la corrupción, no necesita lecciones de moral de un partido que lleva décadas acumulando escándalos. Al final, la dignidad de un país no la define un vídeo propagandístico irresponsable, sino la fortaleza de su gente y el respeto por su soberanía.

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