Cardenales reunidos en la Capilla Sixtina.

La sucesión de Francisco: los cardenales favoritos para convertirse en el próximo líder de la Iglesia católica

CIUDAD DEL VATICANO — Con la mirada del mundo católico puesta en el próximo cónclave, aumenta la especulación sobre quién sucederá al papa Francisco en la dirección de la Iglesia católica romana. La elección, considerada una de las más importantes en décadas, se perfila como un momento de inflexión, no solo por el perfil de los candidatos, sino también por los cambios introducidos durante el pontificado de Francisco, que han diversificado significativamente el Colegio Cardenalicio.

El refrán popular dentro de la Curia —»quien entra al cónclave como papa, sale como cardenal»— recuerda que no existen favoritos seguros. Sin embargo, algunos nombres destacan entre los analistas y observadores vaticanos como figuras con posibilidades reales de ser elegidas.

Entre los considerados «papables» figura el cardenal maltés Mario Grech, de 68 años, actual secretario general del Sínodo de los Obispos. Su estilo conciliador y su capacidad para construir consensos le otorgan un perfil atractivo para quienes buscan continuidad con el enfoque pastoral de Francisco.

Desde Asia, el cardenal Stephen Chow, obispo de Hong Kong, también se perfila como una opción viable. Con 65 años, su experiencia en diplomacia religiosa, particularmente en un contexto tan complejo como el chino, y su reputación de líder pastoral cercano a las comunidades locales, podrían jugar a su favor.

En el Medio Oriente, el cardenal italiano Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, ha demostrado un notable temple de liderazgo durante tiempos de conflicto, particularmente en la reciente escalada entre Israel y Hamas. Su perfil internacional y su juventud relativa —60 años— lo posicionan como una figura de renovación con conocimiento de los desafíos globales.

América Latina también tiene un contendiente notable: el cardenal brasileño Jaime Spengler, de 64 años. Actual presidente de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil y de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), Spengler ha sido reconocido por su firmeza administrativa y su sensibilidad social, cualidades muy valoradas en un contexto de creciente desigualdad y desafíos a la fe en la región.

El proceso de elección se caracteriza esta vez por una mayor diversidad geográfica y cultural entre los electores, resultado de las reformas promovidas por Francisco. Durante su pontificado, el papa argentino rompió con tradiciones que favorecían a ciertas diócesis europeas, otorgando el capelo cardenalicio a obispos de zonas tradicionalmente periféricas como Tonga, Haití y Papúa Nueva Guinea. Este cambio podría dificultar aún más cualquier predicción sobre el rumbo final de la votación.

La edad de los candidatos será otro factor determinante. La tendencia en los dos cónclaves anteriores de elegir papas de edad avanzada podría repetirse, buscando pontificados breves que permitan a la Iglesia adaptarse con mayor flexibilidad a los cambios del mundo contemporáneo.

El cónclave no solo elegirá a un nuevo pontífice; también definirá la dirección futura de la Iglesia en un momento en el que su papel en los grandes debates éticos, sociales y geopolíticos sigue siendo crucial. Con temas como la migración, el cambio climático, la pobreza y la secularización en el centro de la agenda global, el próximo papa necesitará una combinación de visión moral y habilidades diplomáticas excepcionales para guiar a una comunidad de más de 1.300 millones de fieles en los cinco continentes.

En este contexto, la elección que se avecina promete ser una de las más significativas de la historia reciente del catolicismo, tanto por la amplitud de opciones como por las expectativas que recaen sobre el próximo sucesor de Pedro.

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