La Habana, capital de Cuba, atraviesa su tercer día consecutivo sin electricidad tras un apagón general que ha afectado a todo el país. En las calles de la ciudad, el panorama es desolador: la mayoría de los negocios permanecen cerrados, los semáforos están apagados y los cajeros automáticos no ofrecen servicio, lo que ha paralizado gran parte de las actividades diarias de los habaneros.
En medio de la crisis energética, los hoteles apenas cuentan con la energía necesaria para mantenerse en funcionamiento, con áreas comunes sumidas en la penumbra. El transporte público es escaso, y pocos vehículos circulan por las calles de una ciudad que parece haber sido abandonada a su suerte. En varios puntos de la capital, los montones de basura se acumulan, sin señales de recogida, lo que añade a la sensación de abandono y deterioro.
Los pocos residentes que se aventuran a caminar por las calles desiertas lo hacen sin rumbo claro, enfrentándose a la falta de servicios y la incertidumbre sobre cuándo se restablecerá la electricidad. La imagen que se proyecta desde la capital cubana es la de una ciudad detenida en el tiempo, atrapada en una crisis que no parece tener un final cercano.
La Habana, como muchas otras ciudades del país, ha sido gravemente afectada por la crisis energética que Cuba enfrenta, lo que ha dejado a la población sin luz, agua corriente y otros servicios esenciales durante días. La falta de suministro eléctrico también ha impactado la capacidad de las instituciones para operar normalmente, dejando a los ciudadanos sin acceso a recursos básicos y exacerbando una ya delicada situación social.
Desde el exilio, muchos cubanos expresan su frustración y dolor al ver el deterioro de la capital, que alguna vez fue el corazón vibrante de la isla.