Con solo su cuerpo, su voz y trece instrumentos de percusión, Gorsy Edú transformó el escenario del Liceo de Salamanca en un puente entre continentes, memorias y emociones. El artista ecuatoguineano presentó su espectáculo El Percusionistacomo parte del Festival Internacional de las Artes de Castilla y León (FÀCYL), en una función que desbordó los límites del teatro para convertirse en experiencia colectiva.
Durante hora y media, Gorsy no solo tocó instrumentos tradicionales como el nkúu, mëndjang o mbeiñ, sino que narró una historia simple y universal: la de un abuelo que transmite su sabiduría al nieto, hasta que la enfermedad y la migración alteran ese vínculo. Pero el relato —construido a base de palabra, danza y silencio— se eleva por encima de su argumento, y se convierte en un canto a la oralidad, el ritmo y la raíz.
Para Gorsy, el ritmo no es solo musical: es una forma de estar en el mundo. En escena, cada golpe de tambor convoca no solo al personaje, sino al público, que responde, ríe, canta, guarda silencio. “No concibo el arte como profesión, sino como modo de vida”, afirma. Por eso no se define como músico, sino como alguien que “hace música porque la lleva dentro”. Su espectáculo no es una actuación: es un acto de compartir, una celebración de la transmisión cultural de generación en generación.
En un encuentro con el público en El Rincón del FÀCYL, el artista evocó el baobab —que en su cultura se llama ceiba— como el árbol que lo representa. Profundamente simbólico, ese árbol conecta su Guinea Ecuatorial natal con territorios como Cuba, donde también se venera la ceiba como sagrada. Y fue precisamente en Cuba donde Gorsy dejó una huella previa, invitado por el emblemático grupo Síntesis.
Con El Percusionista, Gorsy Edú no solo hizo sonar los tambores. Hizo hablar a los ancestros, despertó memorias comunes, y propuso —desde la calma de la oralidad africana— que en medio del vértigo moderno, aún se puede “optar por el buen paseo”. Así, su función no terminó cuando se apagaron las luces: continúa resonando en quienes la vivieron, como un tambor que no cesa.
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