En medio de la temporada de huracanes y a escasa distancia de zonas sagradas para comunidades indígenas, el gobierno de Florida acelera la inauguración de “Alligator Alcatraz”, un megacentro de detención de migrantes promovido por la administración Trump como símbolo de su política migratoria de “tolerancia cero”.
Ubicado en los Everglades, el complejo improvisado en el antiguo aeropuerto Dade-Collier albergará hasta 5.000 personas en tiendas de campaña, en un entorno natural marcado por altas temperaturas, tormentas tropicales y fauna salvaje. Autoridades como el gobernador Ron DeSantis lo defienden como una solución de “bajo coste” y “segura”, argumentando que los caimanes del pantano impedirán fugas.
Pero el proyecto ha provocado una reacción feroz de activistas medioambientales, defensores de derechos humanos y miembros de la tribu Miccosukee, que denuncian la instalación como una “teatralización de la crueldad”, y alertan sobre los riesgos para el frágil ecosistema que abastece de agua a millones de floridanos.
La operación costará más de 450 millones de dólares anuales, y ha sido descrita por críticos como un experimento deshumanizante en una zona históricamente protegida.
A pesar de las protestas y demandas judiciales, el sitio sigue en construcción acelerada. Se espera que el presidente Trump lo visite en los próximos días como parte de su agenda electoral, y lo presente como un “modelo” para futuras instalaciones migratorias a gran escala.