En un contexto de colaboración internacional cada vez más estrecho, Cuba ha enviado recientemente a un grupo de 18 jóvenes a graduarse de la Academia Estatal de Bomberos en Rusia. Esta acción forma parte de una serie de acuerdos bilaterales que también abrirán las puertas para la formación de más estudiantes cubanos en academias de policía y jurídicas en Rusia. Estos convenios parecen ser una apuesta del gobierno cubano por fortalecer sus capacidades en áreas de seguridad y derecho, esenciales para la infraestructura estatal.
Sin embargo, esta orientación hacia la especialización en servicios de seguridad y legales suscita preocupaciones significativas. Mientras el gobierno invierte en la capacitación de personal en sectores vinculados a la administración de ley y orden, otras áreas cruciales como la salud pública, el bienestar social y la industria alimentaria permanecen notoriamente desatendidas. Esta desviación de recursos hacia la formación militarizada y la seguridad refleja una tendencia preocupante que podría tener repercusiones a largo plazo en el tejido social y económico de la nación.
Críticos internos y externos argumentan que estos movimientos representan una priorización desbalanceada, donde la preparación en disciplinas más autoritarias recibe una inversión desproporcionada en comparación con sectores que directamente impactan el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos. El énfasis continuado en fortalecer el aparato estatal a expensas de la atención médica y la seguridad alimentaria es visto como una estrategia que podría profundizar las ya existentes desigualdades y descontentos dentro de la población cubana.