España atraviesa uno de los veranos más complicados en materia de incendios forestales. Con cerca de 20 focos activosen varias comunidades, la situación es especialmente grave en Castilla y León, pero también afecta a Galicia, Madrid, Cádiz, Toledo y Cáceres. En lo que va de año ya han ardido 60.000 hectáreas, la misma superficie que se quemó en todo 2024, aunque aún lejos de años récord como 2022 o 2012.
La larga ola de calor, que ya acumula 11 días consecutivos y podría prolongarse, es señalada como el principal detonante. Según el catedrático emérito en Ecología José Manuel Moreno, “no es el calor de antes, es algo nuevo, debido exclusivamente al cambio climático”. Este fenómeno ha generado una “sequía térmica” que seca rápidamente la vegetación, incluso en ausencia de sequía hidrológica.
A ello se suma un factor paradójico: la lluviosa primavera incrementó la biomasa vegetal, creando más combustible para el fuego. Cuando el calor extremo y el viento se combinan con esta masa seca, la propagación se vuelve imparable.
Abandono rural: el combustible silencioso
Los expertos señalan que la despoblación y el abandono de prácticas tradicionales, como el pastoreo o el cultivo, han transformado el paisaje. Lo que antes eran campos y cortafuegos naturales ahora son masas continuas de bosque, facilitando la expansión de las llamas. Provincias como Ourense, Zamora y León, epicentro de la despoblación, figuran entre las más castigadas.
Sin conspiraciones, pero con causas humanas
Aunque se han registrado múltiples incendios simultáneos, especialistas como Víctor Resco de Dios descartan teorías de “terrorismo incendiario” y explican que, en condiciones extremas, las igniciones —muchas de origen humano, voluntario o accidental— se multiplican. En megaincendios, incluso los rayos son responsables de algunos focos.
Prevención: la verdadera estrategia
España es uno de los países con más recursos de extinción por hectárea forestal, incluso por encima de regiones como California. Sin embargo, los incendios de sexta generación superan la capacidad de cualquier operativo. Por ello, los especialistas insisten en que la clave no es aumentar medios, sino gestionar el paisaje y el combustible.
Reintroducir actividades agroganaderas, diseñar cortafuegos efectivos y educar a la población en prevención y respuesta son, según el consenso científico, medidas urgentes. “No podemos ser un país donde la educación ignore la formación sobre desastres”, subrayó Moreno.
La pregunta, concluyen los expertos, no es si habrá incendios, sino qué tipo de incendios queremos enfrentar en el futuro: pequeños y controlables, o colosales y catastróficos.
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