España anuncia sanciones contra Israel mientras ignora sus propios problemas internos

El Gobierno de Pedro Sánchez ha anunciado un paquete de nueve medidas contra Israel, que incluyen desde un embargo total de armas hasta restricciones diplomáticas y comerciales, así como un aumento millonario de fondos para la Autoridad Palestina y la UNRWA. Entre ellas destacan la prohibición de importar productos de asentamientos, el cierre de puertos y espacio aéreo a Israel, así como la restricción de entrada al territorio español a ciudadanos israelíes vinculados al conflicto.

Estas decisiones se presentan bajo el argumento de “defender los derechos humanos” en Gaza, pero la realidad es que España se coloca como juez y parte en un conflicto complejo, mientras ignora el derecho legítimo de Israel a defenderse de organizaciones terroristas como Hamás, que utilizan a civiles como escudos humanos y lanzan ataques indiscriminados contra población inocente.

La paradoja es evidente: un Gobierno que presume de ética internacional mientras en su propia casa acumula problemas sociales y económicos graves —sanidad colapsada, desempleo juvenil, pensiones en riesgo, déficit público disparado— y cuya credibilidad está en entredicho por tener a miembros y aliados políticos imputados por casos de corrupción y financiación irregular.

¿Con qué autoridad moral puede Sánchez dar lecciones al mundo cuando su propio Ejecutivo está cuestionado judicial y políticamente? En vez de atender los problemas que sufren millones de españoles, el presidente prefiere invertir su energía en “medidas ejemplarizantes” hacia un Estado democrático como Israel, aliado histórico de Occidente y único país de Medio Oriente donde existen instituciones sólidas, libertad religiosa y elecciones libres.

Además, mientras España exige un bloqueo total contra Israel, mantiene negocios millonarios con Rusia, comprando petróleo y gas a un régimen que lleva más de tres años atacando brutalmente a Ucrania. La incoherencia y la doble moral de la política exterior española resultan evidentes: mano dura contra Israel, permisividad con Moscú.

Israel no pide favores; exige respeto a su derecho a existir y a defender a sus ciudadanos frente a quienes buscan su destrucción. Lo que sí debería pedirse a España es coherencia, transparencia y que antes de “meter las narices en el extranjero” se ocupe de los problemas internos que ahogan a su sociedad.

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