La Habana fue escenario de un insólito suceso que, más allá de su naturaleza delictiva, parece arrancado de las páginas de un cuento de hadas. En horas de la tarde del martes, dos turistas extranjeros fueron víctimas de un asalto en plena calle Aguiar, donde el presunto ladrón, en su apresurada huida, dejó tras de sí una pista tan inesperada como peculiar: un zapato.
Según relataron testigos presenciales, el atacante —un hombre joven vestido con ropa informal— sorprendió a los visitantes mientras caminaban tranquilamente por esta transitada arteria habanera. Tras un breve forcejeo, logró arrebatarles un bolso y un teléfono móvil. Pero al emprender la fuga, uno de sus zapatos deportivos quedó abandonado en el lugar, como una curiosa estampa moderna de “La Cenicienta”.
Aunque el hecho no dejó víctimas graves, una de las turistas presentaba señales de maltrato físico, aparentemente como consecuencia de una caída durante el forcejeo, lo que se evidenciaba en el estado de su vestuario. «Nunca pensamos que algo así nos pasaría en La Habana… y menos con un ladrón que pierde un zapato como en un cuento infantil», expresó uno de los afectados, aún conmovido por la experiencia.
Más allá del carácter anecdótico del suceso, el incidente vuelve a poner en evidencia el creciente deterioro de la seguridad ciudadana en Cuba, un fenómeno que no solo afecta a la población local, sino también al turismo, uno de los pilares económicos del país. Hechos como este, que rápidamente circulan en redes sociales, contrastan con la imagen de tranquilidad que históricamente se ha promocionado de la isla.
De manera alarmante, los turistas aseguraron que, pese a haber realizado una llamada de auxilio, ningún agente de la policía se personó en el lugar. Ante la ausencia de asistencia oficial, decidieron abandonar la escena por sus propios medios, sin recibir ayuda alguna.
Este hecho, además de su tono inusual, subraya la urgente necesidad de reforzar las medidas de seguridad en las zonas de alta afluencia turística y de garantizar una respuesta efectiva de las autoridades. Porque a veces, la realidad imita a la fantasía… pero sin final feliz.