El deporte, rehén de la política: cancelada la última etapa de la Vuelta en Madrid por protestas propalestinas

La Vuelta Ciclista a España 2025, uno de los eventos deportivos más importantes del calendario internacional, terminó de forma abrupta en Madrid luego de que manifestantes propalestinos bloquearan el recorrido y forzaran a la organización a cancelar la etapa final por motivos de seguridad.

Lo que debía ser un cierre festivo y un homenaje a los ciclistas que durante tres semanas recorrieron el país, se convirtió en un episodio caótico en el que el deporte fue instrumentalizado con fines políticos. Las protestas, convocadas contra la participación del equipo Israel-Premier Tech, acabaron afectando no solo a los corredores israelíes, sino a todos los participantes, al público y a la imagen internacional de la Vuelta.

Las manifestaciones, que comenzaron desde primera hora de la tarde, derivaron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Según la Delegación del Gobierno, 22 agentes resultaron heridos y dos manifestantes fueron detenidos. Calles emblemáticas como el Paseo del Prado, Atocha y Callao quedaron bloqueadas por horas, imposibilitando que el pelotón pudiera completar los últimos 56 kilómetros de recorrido.

Los ciclistas, sorprendidos por la irrupción de los manifestantes, se vieron obligados a detener la marcha en dos ocasiones antes de que la organización confirmara la cancelación definitiva de la etapa. Tampoco se pudo realizar la ceremonia protocolaria de podio, privando al danés Jonas Vingegaard de recibir su trofeo frente al público.

Más allá del incidente, el trasfondo genera un debate profundo: ¿puede la política anular el derecho de los deportistas a competir en paz? Israel-Premier Tech, un equipo profesional avalado por la Unión Ciclista Internacional (UCI), fue el blanco principal de estas protestas. Sin embargo, el resultado final fue la suspensión de un evento deportivo de alcance mundial, lo que afecta a todos los corredores y a millones de aficionados.

Diversas voces señalaron el daño que este tipo de acciones provoca a la convivencia y al propio espíritu deportivo. El deporte debería ser un espacio de encuentro, de respeto a la diversidad y de reconocimiento al esfuerzo de los atletas, sin importar su origen o bandera. Negar la posibilidad de competir a un equipo israelí equivale a vulnerar los principios fundamentales del deporte: igualdad, respeto y neutralidad.

La instrumentalización de La Vuelta con fines políticos no solo empaña la edición número 80 de la ronda española, sino que proyecta al exterior una imagen de debilidad institucional y falta de garantías para el deporte en España. Como apuntó la oposición política, se trató de un “ridículo internacional” televisado en todo el mundo.

En este contexto, resulta crucial recordar que la crítica política tiene espacios legítimos para expresarse, pero los eventos deportivos deben quedar al margen de boicots y agresiones. Ni los ciclistas ni los aficionados deberían pagar el precio de disputas que trascienden al deporte. La Vuelta 2025 pasará a la historia no por sus victorias en la carretera, sino por haber sido interrumpida por la intolerancia.

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