Eduardo Rodríguez Dávila: Uno de los pocos dirigentes con vergüenza en Cuba reconoce el colapso del transporte

La Habana, Cuba – En un contexto donde los discursos oficiales tienden a ocultar cifras, culpar a factores externos y evitar la autocrítica, el ministro de TransporteEduardo Rodríguez Dávila, ha sorprendido con declaraciones inusualmente francas sobre la grave situación del sistema de transporte en Cuba. Con un tono directo y sin evasivas, el funcionario ha reconocido que el año 2024 fue catastrófico para el sector, y que la mayoría de las soluciones implementadas hasta ahora no han dado resultados sostenibles.

Entre los datos más relevantes ofrecidos por el ministro destacan:

– Casi 49 millones de pasajeros dejaron de transportarse en comparación con años anteriores.
– La disponibilidad técnica de ómnibus, trenes y otros medios estatales ha caído a niveles críticos.
– El modelo de arrendamiento estatal, promovido en la última década como fórmula para ganar eficiencia, ha resultado ineficiente y abusivo.
– Se han reportado actitudes inadecuadas por parte de conductores, robos de recursos por parte de administradores, alzas descontroladas de precios, y una estructura física deteriorada en todo el país.

Rodríguez Dávila no solo expuso los datos, sino que asumió públicamente la responsabilidad de un sistema que no funciona, algo poco frecuente entre altos funcionarios cubanos. “No se ha resuelto lo que debía resolverse”, afirmó ante cámaras de medios estatales, aludiendo a las fallas estructurales acumuladas en el sector.

A pesar del contexto crítico, el Ministerio ha logrado reactivar rutas emblemáticas que llevaban años suspendidas. Entre los avances recientes se encuentra el restablecimiento de la ruta Amancio–La Habana, una conexión de larga distancia que había desaparecido del mapa de servicios y cuya recuperación ha sido bien recibida por los residentes de esa región tunera.

Asimismo, se informó sobre la recuperación del servicio Vertientes–Habana, otra línea que vuelve a operar luego de años de inactividad. Aunque estos esfuerzos son aún puntuales, representan un alivio parcial para comunidades que han enfrentado un aislamiento creciente debido a la falta de opciones de transporte confiables.

A diferencia de muchos otros dirigentes cubanos, Rodríguez Dávila es percibido como una figura más cercana al pueblo. Su estilo directo, su presencia constante en medios sin triunfalismo, y su disposición a reconocer las fallas del sistema le han valido un alto nivel de aprobación entre trabajadores del sector, que lo describen como un funcionario no ostentoso, accesible y que no está desconectado de la realidad diaria. Esa percepción de cercanía ha reforzado su credibilidad, incluso en medio de una crisis sin precedentes.

En medio de un sistema donde las dificultades suelen atribuirse exclusivamente al embargo o a factores ajenos, Rodríguez Dávila ha optado por decir lo que la población vive cada día: que el transporte en Cuba está en crisis, y que no basta con consignas para resolverlo. Su postura, aunque limitada en términos de impacto real, contrasta con el silencio o negación que caracteriza a otros sectores de la administración pública.

Muchos ciudadanos se preguntan ahora si su honestidad tendrá consecuencias dentro del aparato político, o si se trata simplemente de una excepción en un sistema que rara vez admite sus fallos. En cualquier caso, la figura del ministro se ha convertido en una de las pocas que reconoce abiertamente el deterioro sin disfrazar la realidad, algo que, en el actual panorama cubano, no es menor.

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