Las promesas del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, de asegurar un verano sin apagones no se han cumplido, generando descontento y hartazgo entre la población cubana. En varios discursos y a través de su canal de YouTube, Díaz-Canel había asegurado que se llevarían a cabo extensos trabajos de mantenimiento en las plantas termoeléctricas para minimizar los cortes de electricidad durante los meses de julio y agosto.
A pesar de estos esfuerzos, los apagones no solo persisten, sino que se han vuelto más frecuentes y prolongados. Desde finales de junio, la planta termoeléctrica Antonio Guiteras sufrió una avería en su caldera, lo que causó un déficit de más de 900 MW, y los cortes de electricidad han alcanzado picos diarios de hasta 1,041 MW durante las horas de mayor demanda.
El director de la Unión Eléctrica de Cuba (UNE), Alfredo López Valdés, reconoció que aunque no se han planificado trabajos de mantenimiento en julio, los problemas sistémicos y las limitaciones habituales continuarán afectando el suministro eléctrico. Díaz-Canel, por su parte, también admitió que garantizar un verano sin apagones es muy difícil bajo las condiciones actuales, y que, aunque se trabajará para que los cortes no sean prolongados, no pueden comprometerse a evitarlos por completo.
La situación ha generado un fuerte descontento entre los cubanos, quienes han expresado su frustración por la falta de mejoras en el suministro eléctrico. Las protestas, aunque esporádicas, han reflejado el hartazgo de la población ante las promesas incumplidas y la realidad de vivir con apagones constantes. «Estamos cansados de las promesas vacías», comentó un residente de Santiago de Cuba, una de las ciudades más afectadas por los apagones. «Nos dicen que habrá mejoras, pero cada día es peor que el anterior».
Mauri Macías, un chef de 39 años con dos hijos, expresó su frustración diciendo: «Esta es la vida aquí. Vives sin poder hacer planes». La falta de electricidad también ha exacerbado otros problemas, como la escasez de alimentos y la violencia. «Vivir sin electricidad es primitivo», comentó Yoni Mena, quien dirige un puesto de verduras en Santiago. «Los mosquitos, el calor, a veces no hay agua. La gente está perdiendo la cabeza».
Las dificultades no se limitan a la electricidad. Mirta Rusel, una trabajadora textil de 58 años, relató cómo ha tenido que adaptarse a la falta de alimentos básicos: «En los días que no había arroz, solo comía boniato», dijo, añadiendo que a veces lo freía en aceite para variar. Luz Pérez, una exmaestra, expresó su amor por Cuba, pero reconoció que la situación es insostenible: «Amo a Cuba. Pero esta situación es terrible. Nadie puede vivir así».
En medio de este escenario, las esperanzas de un verano sin apagones se desvanecen, y los cubanos continúan esperando soluciones efectivas a una crisis que parece no tener fin. La respuesta del gobierno ha sido criticar a Estados Unidos y atribuir las protestas a una supuesta injerencia extranjera, mientras promete dialogar con los ciudadanos descontentos. Sin embargo, muchos cubanos sienten que las acciones del gobierno no son suficientes para resolver los problemas fundamentales que enfrenta el país.