El Consejo de Ministros de Cuba, reunido en La Habana el 30 de junio de 2024, abordó las medidas económicas ante una situación que se agrava cada día más, reflejando la creciente frustración de la población. Presidida por Miguel Díaz-Canel, la reunión se centró en problemas crónicos que han empujado a la isla hacia una crisis profunda y persistente.
Díaz-Canel reconoció múltiples desafíos, entre ellos los retrasos constantes en la distribución de la canasta básica normada, la inestabilidad crónica del sistema eléctrico y una relación problemática entre los sectores estatal y no estatal. Además, destacó la escalada de precios, la cual describió como especulativa y desvinculada de la lógica de la oferta y la demanda, exacerbando la difícil situación económica que enfrentan los ciudadanos diariamente.
El Presidente también admitió que la burocracia y el control gubernamental ineficaz están limitando la innovación necesaria para revivir la economía. Estos problemas son vistos como autoinfligidos y están exacerbando las tensiones sociales en un momento en que la desesperanza entre la población cubana es palpable.
Las proyecciones gubernamentales para enfrentar estos retos incluyen medidas de austeridad que han generado críticas por su posible impacto en los más vulnerables. La propuesta de Díaz-Canel de restringir aún más el gasto público y cancelar proyectos no esenciales parece poco probable que alivie la carga de los cubanos comunes, quienes ya enfrentan condiciones de vida precarias.
El primer ministro, Manuel Marrero Cruz, detalló esfuerzos adicionales para mejorar la recaudación fiscal y promover una mayor bancarización. Sin embargo, estos esfuerzos han sido recibidos con escepticismo, ya que muchos ven estas acciones como insuficientes ante la magnitud de la crisis económica.
El discurso oficial sobre convertir «buenas experiencias» en norma general no ha logrado calmar el descontento popular, que ve cómo los recursos estatales parecen priorizar el control y la represión en lugar de abordar las necesidades económicas y sociales urgentes.
Este último encuentro del Consejo de Ministros, lejos de inspirar confianza, ha puesto de relieve la profundidad de los problemas estructurales de Cuba y la desconexión entre las promesas del gobierno y las realidades cotidianas de sus ciudadanos. La falta de avances concretos hacia la estabilización económica y la continua insatisfacción ciudadana subrayan un panorama sombrío para el futuro inmediato de la isla.