En los últimos días, el caso del niño Damir, trasladado de Cuba a Estados Unidos para recibir tratamiento oncológico, ha reactivado un fuerte debate entre profesionales de la salud dentro y fuera de la isla. A medida que el menor avanza en su tratamiento médico en el exterior, varias voces han reclamado mayor transparencia por parte de su entorno familiar sobre el diagnóstico definitivo de su enfermedad.
Según publicaciones recientes en redes sociales, Damir sí padece cáncer, aunque sus allegados han negado que se trate de un linfoma de Burkitt, el diagnóstico inicial ofrecido por médicos cubanos del Instituto de Hematología e Inmunología. Miguel Ángel Ruano Sánchez, familiar cercano del niño y figura activa en su traslado a EE. UU., afirmó categóricamente que el diagnóstico de Burkitt fue erróneo y responsabilizó a las autoridades médicas cubanas por lo que calificó como una “desidia e irresponsabilidad”.

Sin embargo, la familia ha decidido no divulgar por el momento cuál es el tipo exacto de cáncer que se le ha identificado a Damir en Estados Unidos, lo que ha generado interrogantes y críticas, incluso entre médicos cubanos exiliados que se sienten aludidos por las declaraciones emitidas desde Miami.
Uno de los más críticos ha sido el doctor Ernesto Cordoví, quien expresó su preocupación por lo que considera una campaña de desprestigio hacia los profesionales de la salud en la isla. “Difamar del trabajo que hacemos desde Cuba, con tanto sacrificio, es inadmisible. Diagnosticar es una tarea difícil y compleja, y si se considera que hubo un error, lo justo sería explicar con claridad cuál es el diagnóstico real”, escribió en su cuenta de Facebook.
Cordoví también destacó que el tratamiento aplicado en Cuba, basado en doxorrubicina, es común para distintos tipos de linfomas, incluyendo tanto el Burkitt como los linfomas de tipo Hodgkin y no Hodgkin, lo que sugiere que el protocolo seguido inicialmente no habría sido totalmente incorrecto. En ese sentido, subrayó que más allá de la tipificación exacta del cáncer, es importante reconocer que el niño fue tratado bajo estándares médicos adecuados dentro de las posibilidades del sistema cubano.
Otro punto de fricción ha sido el silencio de la familia respecto al diagnóstico definitivo. Mientras algunos argumentan que se trata de un derecho a la privacidad, otros, incluyendo miembros de la comunidad médica y usuarios que apoyaron con donaciones, consideran que, por respeto a la transparencia, sería justo conocer el diagnóstico correcto tras el respaldo recibido por parte de la sociedad civil cubana y de muchos cubanos en el exilio.
Desde Estados Unidos, Ruano ha respondido que no tienen obligación de ofrecer explicaciones a quienes considera «extraños y foráneos» que solo ahora aparecen cuestionando el proceso. Aun así, confirmó que Damir continúa en tratamiento y que ya ha recibido su segunda sesión con doxorrubicina, evolucionando satisfactoriamente.
A pesar del debate, existe un consenso en lo esencial: la prioridad es la salud de Damir. Más allá de las tensiones políticas o diagnósticas, el hecho de que el niño esté recibiendo atención especializada es un alivio para todos quienes han seguido el caso desde el inicio. El apoyo ciudadano, tanto en Cuba como en la diáspora, ha sido crucial para que hoy el menor tenga una esperanza de vida reforzada por los avances de la medicina y la solidaridad humana.