La crisis del gas licuado en Cuba ha llevado al límite la paciencia de miles de ciudadanos, especialmente en las provincias orientales como Santiago de Cuba y Holguín. Las interminables colas para adquirir este recurso esencial reflejan el profundo deterioro de las condiciones de vida en la isla, donde cada vez es más difícil garantizar necesidades básicas como cocinar los alimentos.
En Santiago de Cuba, las filas para comprar gas comienzan incluso desde la noche anterior. «Llegué aquí a las 10:00 p.m. para asegurar mi lugar, y todavía no sé si podré llevar un cilindro a casa. Esto no es vida, estamos sobreviviendo, no viviendo», comenta un residente visiblemente cansado tras horas de espera. En Holguín, la situación no es menos dramática. «Es una humillación tras otra. Pasamos el día en colas interminables para todo: comida, gas, lo que sea. ¿Hasta cuándo?», reclama una mujer mientras intenta calmar a su hijo pequeño bajo el sol abrasador.
La crisis del gas licuado se suma a las constantes interrupciones eléctricas, lo que deja a muchas familias sin alternativas para cocinar. En un país donde los cortes de electricidad son ya parte del día a día, el gas se ha convertido en un recurso indispensable que, sin embargo, es cada vez más escaso. «Dicen que los apagones son temporales, pero llevamos meses así. Sin gas y sin electricidad, ¿qué quieren que hagamos? ¿Comer crudo?», cuestiona indignado otro ciudadano.
A pesar de las denuncias y el evidente descontento, las autoridades no han ofrecido una solución clara a la crisis. «La distribución de gas está limitada por problemas logísticos», es la única respuesta que reciben los ciudadanos en las estaciones de venta, sin detalles ni compromisos para mejorar la situación.
Los residentes del oriente del país señalan también un trato desigual en la distribución de recursos. «En La Habana las cosas son diferentes, allí nunca falta el gas ni los recursos esenciales. Mientras tanto, aquí en el oriente estamos olvidados, como si no fuéramos parte de este país», afirma una joven que lleva más de cinco horas en la fila.
El hartazgo entre los cubanos crece día a día, alimentado por una crisis que parece no tener fin. «Esto no es culpa de bloqueos externos, es de una gestión que no sirve. Nos tienen sumidos en la miseria mientras ellos viven con lujos. Ya no aguantamos más», sentencia un hombre mayor que asegura haber vivido otras crisis, pero «nunca una tan inhumana como esta».
El drama de las colas por el gas licuado en el oriente de Cuba no solo refleja una emergencia inmediata, sino el colapso de un sistema incapaz de garantizar las necesidades más básicas de su pueblo. La pregunta que muchos se hacen es: ¿hasta cuándo podrá soportar el pueblo esta carga?