Dos hombres recibiendo premios en eventos distintos.

Cineastas y estrellas internacionales condenan en Cannes el sufrimiento en Gaza. «Cuando el silencio del arte duele más que la guerra»

En medio de los flashes, las alfombras rojas y los homenajes a leyendas del cine, el Festival de Cannes 2025 se convirtió en algo más que una celebración del séptimo arte. Esta vez, las luces no solo iluminaron a directores y actores consagrados, sino también a una realidad mucho más sombría: el sufrimiento de miles de civiles atrapados en el conflicto en Gaza.

Un manifiesto publicado esta semana en el diario francés Libération reunió las voces de 380 figuras de la industria cinematográfica internacional —entre ellos Pedro Almodóvar, Susan Sarandon, Javier Bardem y Alfonso Cuarón— que decidieron romper con una aparente neutralidad que pesa cada vez más. Su mensaje fue claro: la cultura no puede seguir callando ante el dolor humano.

El documento no señala culpables únicos ni reparte etiquetas políticas. Lo que hace, esencialmente, es pedir que no se deshumanice a las víctimas y que no se ignore su sufrimiento. Los firmantes —algunos muy activos en causas sociales, otros más discretos hasta ahora— decidieron utilizar su influencia no para atacar, sino para visibilizar. Su denuncia no es contra un país, sino contra la indiferencia.

Fatma Hassouna, una joven fotoperiodista palestina, se ha convertido en uno de los rostros más simbólicos de esta movilización. Su vida terminó en abril, tras un ataque que también costó la vida a varios de sus familiares. Su historia, sin embargo, no desapareció con ella. Forma parte del documental Put Your Soul on Your Hand and Walk, que se proyecta en Cannes y que hoy interpela a la conciencia de una comunidad artística muchas veces acusada de mirar hacia otro lado.

También resuena el caso del cineasta Hamdan Ballal, detenido por fuerzas militares tras haber sido agredido por colonos, pese a ser uno de los premiados con un Óscar este año. El hecho de que la academia estadounidense se haya disculpado públicamente por su falta de reacción ante su arresto demuestra que incluso las instituciones más grandes pueden aprender y rectificar.

En este contexto, la voz de Robert De Niro, al recibir la Palma de Oro honorífica, fue más que un discurso de agradecimiento. Fue una advertencia sobre la necesidad de defender la libertad, el pensamiento crítico y la empatía. No faltó, por supuesto, su tono combativo habitual al referirse al presidente Trump, pero su mensaje más universal fue sobre el arte como refugio frente a la barbarie y la censura.

Cannes 2025, sin proponérselo del todo, ha demostrado que el cine aún puede ser un espejo de la sociedad. Que detrás de los premios hay historias que duelen, contextos que incomodan y voces que no deben acallarse. En un mundo cada vez más polarizado, donde tomar postura parece sinónimo de confrontación, este grupo de artistas ha optado por defender algo más simple pero poderoso: la dignidad humana.

La tragedia de Gaza no debería dividirnos en bandos ideológicos, sino unirnos en una reflexión común: cuando el arte calla, el silencio se convierte en complicidad. Y hoy, más que nunca, el mundo necesita artistas que no solo entretengan, sino también recuerden que hay vidas detrás de cada conflicto, más allá de fronteras, religiones o intereses geopolíticos.

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