Este 21 de octubre se cumplen cien años del nacimiento de Celia Cruz, la artista que convirtió su voz en símbolo de identidad para los cubanos dentro y fuera de la Isla. En cada escenario, Celia llevó el ritmo, la alegría y la nostalgia de una tierra que nunca dejó de amar, incluso cuando la distancia se volvió definitiva.
Su talento desbordante la llevó de los barrios habaneros a los grandes teatros del mundo. Pero más allá del éxito, Celia representó una forma de entender la cubanía desde el exilio: con orgullo, resiliencia y una sonrisa que desafiaba el dolor de la separación.
Detrás de cada “¡Azúcar!” había una historia de resistencia cultural. Era su manera de afirmar que la música puede vencer al olvido y que el espíritu cubano no se quiebra, por lejos que esté. Con su presencia magnética y su voz inconfundible, rompió fronteras y prejuicios, convirtiéndose en embajadora de la alegría caribeña ante el mundo.
Un siglo después, su legado sigue vivo en cada canción que hace bailar, en cada nota que recuerda que Cuba también se expresa a través de la esperanza. Celia Cruz no solo fue la Guarachera de Cuba: fue un puente entre la nostalgia y la celebración, entre la memoria y el porvenir.
Hoy, a cien años de su nacimiento, Celia sigue siendo música, orgullo y patria. Su voz continúa recordándonos que ser cubano es una manera luminosa de resistir.
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