Hombres a caballo en camino rural con vegetación

Campos de Cuba: entre la belleza detenida y la odisea de sobrevivir

Basta con observar las imágenes para entender que el campo cubano no es solo un paisaje. Es una realidad viva, compleja y muchas veces dolorosa. Un grupo de campesinos conversa tranquilamente a caballo en medio de una calle sin asfaltar. En otra escena, una yunta de bueyes aguarda bajo el sol frente a casas de madera desgastadas, como si el tiempo allí se hubiera detenido hace décadas.

Son imágenes que dicen mucho sin palabras. Muestran la tranquilidad aparente de la vida rural, pero también revelan una verdad más profunda: la vida en el campo cubano es una lucha constante por producir en medio de carencias y por sobrevivir con dignidad en el olvido.

En varias zonas del país, campesinos han denunciado que solo disponen de una hora de electricidad al día. Una hora que debe bastar para todo: cargar un teléfono, enfriar los alimentos, iluminar una casa o alimentar una esperanza. En pleno siglo XXI, hay comunidades agrícolas que aún trabajan la tierra con bueyes por la falta total de tractores, combustible o piezas de repuesto. La producción depende del esfuerzo físico y del ingenio, más que de los recursos o la tecnología.

Los que cultivan el alimento del país muchas veces tienen que enfrentar también el desinterés institucional. No hay fertilizantes, escasean los materiales agrícolas y los precios estatales para la compra de sus productos son tan bajos que ni siquiera cubren los costos básicos de producción. Algunos, con impotencia, prefieren dejar que las cosechas se pierdan antes que venderlas a pérdida. Las historias se repiten en las montañas, en los llanos, en los bateyes: trabajar la tierra se ha vuelto una carga que pocos pueden sostener.

El campo, con todo y sus carencias, podría ser el motor económico de Cuba. Pero para eso haría falta voluntad política real, inversión directa, autonomía para el productor y un modelo económico que priorice al que siembra. La retórica vacía no llena las despensas, ni arregla caminos, ni energiza postes. Lo que se necesita es respeto por el esfuerzo del campesinado y una mirada estratégica que deje de ver el campo como símbolo folclórico para entenderlo como clave de futuro.

Las imágenes, hermosas y tristes a la vez, no son postales para la nostalgia. Son un testimonio. Y también un llamado de atención urgente.

Fotografías: Roberto Suárez, publicadas originalmente en “Cuba en Fotos” (Facebook)

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