Alerta entre cubanoamericanos: subastas judiciales en Cuba generan preocupación por posibles confiscaciones de propiedades

El anuncio del Tribunal Supremo de Cuba sobre la promoción activa de subastas judiciales para vender bienes incautados ha encendido alarmas entre cubanoamericanos con propiedades en la isla o con familiares y testaferros encargados de administrarlas. La medida, difundida por los propios canales del tribunal, busca generar ingresos para saldar deudas de personas sentenciadas, pero ha desatado preocupación por el alcance real que podría tener en un contexto de opacidad jurídica y precedentes de confiscaciones.

Según la información oficial, las subastas incluirían vehículos, inmuebles, maquinaria y obras de arte. El proceso, aunque regulado en la ley, rara vez se había divulgado de manera tan abierta. Bajo el nuevo impulso institucional, cualquier bien sujeto a ejecución podría terminar subastado para cubrir obligaciones financieras derivadas de sentencias judiciales, una práctica que especialistas consideran sensible cuando no existen garantías de debido proceso.

Las condiciones de participación establecen que solo personas naturales o jurídicas residentes en Cuba pueden acudir como postores. Para hacerlo deben presentar identificación, aceptar las normas de la subasta y depositar una fianza equivalente al 30 % del valor tasado del bien. El pago final debe realizarse por medios electrónicos en un plazo de 10 días, bajo riesgo de perder la fianza en caso de incumplimiento.

La iniciativa ha provocado un intenso debate público, motivado en parte por la mención recurrente del caso del exministro de Economía Alejandro Gil Fernández, actualmente sometido a procesos judiciales por delitos económicos. Usuarios en redes sociales especulan sobre la posibilidad de que sus bienes entren en el mecanismo de subasta, lo que ha generado preguntas sobre si esta herramienta podría utilizarse en otros casos relacionados con figuras relevantes o personas con propiedades de alto valor.

Para la diáspora cubana, especialmente en Florida, la inquietud es mayor. Muchos cubanoamericanos poseen viviendas heredadas, inmuebles registrados a nombre de familiares o propiedades controladas por terceros en la isla. Abogados consultados por organizaciones del exilio advierten que, aunque la normativa cubana no permite a ciudadanos estadounidenses ser titulares directos de propiedades residenciales, sí existe una realidad extendida de bienes administrados por parientes o representantes. En un escenario de subastas judiciales más activas, estos bienes podrían quedar vulnerables si la persona designada como propietaria enfrenta reclamaciones, deudas o causas judiciales dentro de Cuba.

La falta de información pública detallada alimenta las sospechas sobre el propósito de esta apertura. Algunos observadores sugieren que el país podría estar buscando nuevas fuentes de ingresos en medio de la crisis económica, mientras otros temen que la medida sirva para redistribuir propiedades estratégicas bajo control estatal o empresarial, aprovechando la limitada capacidad de defensa de quienes viven en el extranjero.

Hasta el momento, no existe señal oficial de que la medida apunte específicamente a propiedades asociadas a la diáspora, pero la preocupación es evidente. Diversas organizaciones del exilio han comenzado a emitir advertencias para que cubanoamericanos que poseen bienes en la isla verifiquen el estatus legal de sus propiedades, revisen posibles deudas o procesos abiertos a nombre de familiares y estén atentos a edictos publicados por autoridades judiciales.

La promoción pública de estas subastas, inédita en su escala, abre un nuevo capítulo de incertidumbre para quienes mantienen lazos patrimoniales con Cuba. La posibilidad de que bienes heredados o administrados por terceros puedan terminar en procesos de ejecución genera un clima de alerta que, por ahora, no parece disminuir.

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