El Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, uno de los puntos neurálgicos para el turismo y los viajes internacionales en Cuba, sigue siendo escenario de quejas recurrentes debido a su deteriorada infraestructura y la experiencia negativa que enfrentan los pasajeros. A pesar de los esfuerzos recientes para reparar el sistema de aire acondicionado de la Terminal 3, los problemas continúan afectando el confort de los viajeros en varias áreas clave.
Según declaraciones del ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, se han realizado trabajos para reparar el condensador central y se han instalado sistemas de aire acondicionado alternativos en algunas zonas de mayor afluencia, como las salas de espera e inmigración. Sin embargo, aún hay espacios, como los pasillos hacia la zona de inmigración y áreas después de la aduana, donde la temperatura sigue siendo insoportable, lo que genera un ambiente incómodo y sofocante para los pasajeros.
Este escenario refleja el mal estado general de una instalación crítica para el país, donde la falta de recursos, mantenimiento inadecuado y demoras en la implementación de mejoras se han vuelto la norma. A pesar de las promesas de mejorar el confort y las condiciones, la realidad es que los pasajeros continúan lidiando con largas esperas en un entorno caluroso y congestionado, lo que afecta gravemente la imagen del país ante turistas y cubanos por igual.
A esto se suma la reciente notificación por parte de la Aduana General de la República, que anunció el inicio de decomisos de mercancías traídas por viajeros, lo que ha incrementado aún más la insatisfacción. Esta medida, que ha sido recibida con críticas, añade otra capa de complejidad a la ya tensa relación entre los viajeros y las autoridades del aeropuerto. Los pasajeros, que a menudo traen productos esenciales debido a la escasez en el país, ahora enfrentan la amenaza de perder sus pertenencias en un contexto donde las dificultades económicas son cada vez más agudas.
El aeropuerto, además de ser la puerta de entrada a la isla, se ha convertido en un símbolo del deterioro de los servicios en Cuba. Mientras las autoridades prometen nuevas ampliaciones y la adquisición de equipos adicionales de aire acondicionado, el panorama actual sigue siendo desalentador. Los problemas estructurales, la falta de inversiones sostenidas y las restricciones impuestas por la aduana hacen que la experiencia de volar hacia o desde La Habana siga siendo un desafío, con pocos indicios de una solución rápida y efectiva.
A medida que las quejas aumentan y las medidas restrictivas se intensifican, el Aeropuerto José Martí sigue siendo un reflejo de los profundos problemas que enfrenta la infraestructura del país, afectando tanto la imagen internacional como la calidad de vida de sus ciudadanos.