La Moneda Libremente Convertible (MLC) alcanzó esta semana los 350 pesos cubanos (CUP) en el mercado informal, el nivel más alto desde su creación, y se consolida como uno de los indicadores más sensibles del deterioro económico que atraviesa Cuba. Mientras tanto, el dólar estadounidense y el euro mostraron una relativa estabilidad, moviéndose alrededor de 440 CUP y 480 CUP, respectivamente, dentro del circuito paralelo.
El repunte del MLC no puede interpretarse como un fenómeno aislado. Su alza responde a una combinación de factores estructurales: limitaciones severas para adquirir divisas en el sistema bancario, escasez crónica de efectivo, y una pérdida sostenida de confianza en la capacidad de las autoridades monetarias para estabilizar el mercado. En la práctica, la demanda se ha concentrado en esta moneda digital debido a su uso en las tiendas estatales, donde se comercializa una parte significativa de los productos básicos y de mayor rotación.
Las recientes medidas del Banco Central de Cuba, orientadas a introducir un esquema de tipo de cambio más flexible, no han logrado modificar el comportamiento real del mercado. Aunque las cifras oficiales se aproximan más a las referencias informales, la percepción dominante entre la ciudadanía es que se trata de un ajuste limitado, incapaz de resolver el problema central: la falta de liquidez y de oferta real de divisas. En este contexto, la inflación persistente y el temor a nuevas depreciaciones del peso incentivan la retención de monedas fuertes, alimentando la presión alcista sobre el MLC.
El impacto social es profundo. Con ingresos promedio mensuales que rondan los 4.000 CUP, equivalentes a menos de 10 dólares al tipo de cambio informal, una parte creciente de la población depende de remesas familiares, transferencias digitales y redes informales de intercambio para sostener su consumo cotidiano. Esta dinámica refuerza la centralidad del mercado paralelo, que continúa marcando las referencias reales de precios y salarios, mientras el peso cubano sigue perdiendo capacidad de compra.
La evolución del MLC confirma que la crisis cambiaria en Cuba no es coyuntural. Sin reformas de mayor alcance que restauren la confianza, amplíen el acceso a divisas y contengan la inflación, el mercado informal seguirá funcionando como el principal termómetro económico del país, con consecuencias directas sobre el nivel de vida de la población.
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