La decisión del Banco Central de Cuba (BCC) de introducir una tercera tasa oficial de cambio, fijada inicialmente en 410 pesos por dólar, ha abierto un intenso debate público y ha provocado reacciones críticas entre economistas, trabajadores y usuarios en redes sociales, que cuestionan tanto su utilidad práctica como su impacto real en la vida cotidiana.
Aunque la autoridad monetaria presentó la medida como un paso “gradual” hacia la unificación cambiaria, numerosos comentarios ciudadanos reflejan confusión, desconfianza y desencanto, especialmente entre quienes dependen de salarios estatales y no participan del sector exportador, único beneficiario directo del nuevo tipo de cambio.
Varios usuarios expresaron que no logran comprender el objetivo de la tasa. “Con todo respeto a las decisiones, no la comprendo; quizás me falten elementos, pero la considero muy alta”, escribió en Facebook Fidel I. Holguin , en una opinión que resume el sentir de muchos: más preguntas que respuestas.
Otros comentarios apuntan directamente a la distancia entre el discurso oficial y la realidad social. “¿Se está pensando en el pueblo trabajador? No me cuenten”, señaló Yadimir Hernández Ávila, mientras Sonia Almaguerironizó: “Hay que reírse… sí, hay que ordenar la tasa cambiaria, pero ¿y el pueblo?, ese que trabaja en el sector estatal”.
Una crítica recurrente es que la nueva tasa termina pareciéndose demasiado al mercado informal, particularmente a la referencia publicada por el medio independiente El Toque. “Un poquito más y está igual que en la calle”, escribió Yohandry Rodríguez Ledea, mientras Dianis Quintana fue más directa: “Lo mismo que El Toque”. En la misma línea, Marlene Núñez Olivera cuestionó: “¿Es el BCC o es El Toque? No veo el beneficio para el pueblo”.
Algunos usuarios consideran que la medida reconoce de facto el mercado informal, en lugar de enfrentarlo. “En vez de enfrentar a El Toque, le estamos haciendo el juego”, opinó Daichel de los Reyes, quien además planteó dudas clave: si el banco comprará dólares a ese precio, si también los venderá, o si todo quedará limitado a operaciones parciales y digitales. Para este usuario, la coexistencia de tres tasas “sigue complicándolo todo” y la única salida real sería una unificación total, que reduzca distorsiones, simplifique la contabilidad y genere confianza.
También surgieron preocupaciones prácticas. Pavel Cruz advirtió que la compra de divisas por el banco es digital, con depósitos en tarjetas, mientras el efectivo sigue siendo escaso: “Sabemos que los cajeros nunca tienen dinero… entonces no resuelve”. En tanto, Jorge L. Guevara cuestionó el incentivo real de la medida: “¿Quién tenga dólares los venderá siempre a quien pague más?”.
Desde una perspectiva más técnica, algunos comentarios resumieron la contradicción con cálculos simples. Abel García Vega aludió a una “regla de tres” entre la tasa de 120 pesos para personas naturales y la informal cercana a 490, sugiriendo que la nueva cifra no corrige la distorsión, solo la reconoce parcialmente.
En conjunto, las reacciones reflejan una desconexión entre la política monetaria y la percepción ciudadana. Aunque el BCC insiste en que la medida busca cerrar brechas sin provocar un choque inflacionario mayor, buena parte de la población percibe que el costo del ajuste vuelve a recaer sobre quienes menos margen tienen, mientras la estructura salarial y productiva permanece sin cambios de fondo.
El debate sigue abierto. Para muchos cubanos, la pregunta central no es si la tasa es flotante o competitiva, sino quién gana realmente con este cambio y si, una vez más, el ordenamiento económico avanza sin colocar al ciudadano común en el centro de la ecuación.
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