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Crecen las dudas y la indignación tras la aparición forzada del Dr. Erlis Sierra: ¿cómo reclamar a un gobierno que no escucha?

El caso del joven pediatra Erlis Sierra Gómez, de Contramaestre, ha vuelto a encender el debate nacional sobre el trato a los ciudadanos que expresan su inconformidad en Cuba. Su reciente aparición en un video de retractación—difundido de forma anónima en redes sociales— ha dejado más preguntas que respuestas y ha generado una sensación generalizada de incredulidad.

El material, grabado tras su detención luego de participar en el cacerolazo de Baire, muestra a un Erlis visiblemente tenso, leyendo un texto ajeno a su manera habitual de expresarse. Con tono rígido y gestos nerviosos, el joven médico asegura no haber sido maltratado y llama a la calma, insistiendo en que “no era la forma de exigir nuestros derechos”.

El video inicia con Erlis —identificado erróneamente como “Elianil” en la grabación— leyendo un texto que parece redactado por terceros:

“Yo, Elianil Sierra Gómez, que estuve presente en el reclamo social, informo por este medio que no he sido maltratado, ni física ni verbalmente… entiendo que no era la forma de exigir nuestros derechos… no quiero que se manipulen ni se malinterprete este ni otros videos en las redes sociales, y que estamos bien”.

Sin embargo, a todas luces se percibe la presión detrás de esa grabación. Su mirada perdida, las pausas medidas y la falta de naturalidad en sus palabras parecen reflejar una coacción evidente, más que una rectificación genuina. Diversas fuentes en Santiago de Cuba sostienen que el video habría sido filmado tras horas de interrogatorio, con el objetivo de neutralizar el apoyo ciudadano que había despertado su caso.

Lo ocurrido con el Dr. Sierra no es un hecho aislado. En los últimos años, la exposición forzada de ciudadanos ante cámaras —para retractarse o disculparse por participar en manifestaciones— se ha convertido en un patrón preocupante. Estas prácticas, más que apaciguar el descontento, refuerzan la percepción de que las instituciones optan por el miedo en lugar del diálogo.

El episodio invita a una reflexión incómoda:
Si un médico joven, que denuncia carencias en hospitales y defiende causas legítimas, termina obligado a leer un guion bajo presión, ¿cuál es entonces la vía para reclamar en un país donde protestar parece un delito moral?

Mientras tanto, el malestar crece. Basta observar los comentarios en la propia página oficial del presidente de la República: la mayoría de los mensajes no son de apoyo, sino de desafecto, frustración y desencanto. Decenas de cubanos expresan abiertamente su cansancio por la falta de respuesta a los problemas cotidianos —el desabastecimiento, la inflación, los apagones y la censura—, reclamando lo que debería ser básico: el derecho a ser escuchados sin temor.

El caso del Dr. Erlis Sierra simboliza esa tensión silenciosa que atraviesa la sociedad cubana: un pueblo que busca expresarse frente a un poder que parece no oír. Y aunque un video pueda intentar borrar una voz, lo que queda en el aire es la certeza de que el silencio impuesto nunca sustituye al diálogo necesario.

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