El joven César Leyva, artista y fotógrafo originario de Baracoa, Guantánamo, reconoció públicamente haber fingido ser un soldado cubano al servicio del ejército ruso en la guerra de Ucrania, con el propósito de aumentar su popularidad en redes sociales.
Leyva había generado gran polémica tras difundir imágenes en las que aparecía vestido con uniforme militar ruso y afirmaba haber sido reclutado como mercenario, supuestamente combatiendo en el frente de guerra. Sin embargo, en una reciente publicación aclaró que todo fue una puesta en escena creada mediante herramientas de inteligencia artificial (IA).
Según explicó, las fotografías —que circularon ampliamente en plataformas digitales— fueron manipuladas con programas de edición avanzados, en los cuales modificó su rostro y añadió insignias militares. El objetivo, dijo, era “ganar seguidores y empatía” entre quienes realmente han participado en el conflicto armado.
“No soy soldado ni estoy en Ucrania. Quise llamar la atención sobre los cubanos que sí están allá, viviendo situaciones duras y arriesgando sus vidas”, señaló el joven en su mensaje.
Aun así, Leyva manifestó solidaridad con los cubanos que combaten en el extranjero, algunos por razones económicas y otros por convicción personal, pero reconoció que su acción fue un error y que “la búsqueda de notoriedad no justifica el engaño”.
El caso ha reavivado el debate sobre el impacto de la inteligencia artificial en la desinformación, especialmente en contextos sensibles como los conflictos bélicos, donde las imágenes falsas pueden influir en la opinión pública y generar percepciones erróneas.
En tiempos en que la realidad y la ficción se entrelazan con facilidad en el entorno digital, la historia de César Leyva evidencia los riesgos éticos y sociales de la exposición mediática y la necesidad de fortalecer la verificación de contenidos en las redes.
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