La Habana recuerda al Caballero de París, símbolo eterno de la ciudad

La Habana. — La figura de José María López Lledín, conocido popularmente como El Caballero de París, sigue viva en la memoria colectiva de los habaneros, décadas después de su fallecimiento. Este personaje, mezcla de mito y realidad, se convirtió en un ícono de la capital cubana y en una de las leyendas urbanas más queridas.

Nacido en 1899 en Lugo, Galicia, López Lledín emigró a Cuba en su adolescencia. En La Habana trabajó en distintos oficios hasta que, con el tiempo, comenzó a recorrer las calles del centro histórico vestido con su inconfundible abrigo oscuro. Conversador, amable y siempre rodeado de curiosidad popular, se transformó en una presencia habitual para varias generaciones de capitalinos.

Su vida errante estuvo marcada por problemas de salud mental que lo llevaron en sus últimos años al Hospital Psiquiátrico de La Habana, donde falleció en 1985. Sin embargo, el recuerdo de su paso por la ciudad trascendió más allá de su muerte.

Hoy, una escultura de bronce erigida frente a la Basílica de San Francisco de Asís en La Habana Vieja, obra del escultor José Villa Soberón, mantiene vivo su legado. La estatua es visitada por turistas y locales, muchos de los cuales la tocan como gesto de respeto o superstición.

El Caballero de París representa, para la ciudad, un símbolo de identidad cultural y de memoria compartida, recordando que incluso quienes vivieron en los márgenes sociales pueden convertirse en parte inseparable de la historia habanera.

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