En medio de la rutina diaria del transporte en La Habana, un chofer de las conocidas “gacelas” se convirtió en símbolo de respeto y sensibilidad ciudadana tras protagonizar dos gestos que conmovieron a sus pasajeros.
Durante uno de sus recorridos, al observar que un joven intentaba arrebatarle el asiento a una señora de avanzada edad, el conductor intervino con calma pero con firmeza, recordándole al muchacho que el asiento debía ser ocupado por la anciana. Ante la insistencia del joven en no ceder, el chofer advirtió que llamaría a la Policía si era necesario. Finalmente, el pasajero bajó del vehículo y la señora pudo continuar su trayecto sentada y tranquila.
Minutos más tarde, en otra parada, el mismo chofer advirtió la presencia de una madre agotada que sostenía a su bebé bajo el fuerte sol. Sin pensarlo, pidió a los pasajeros que facilitaran un espacio para ella. La reacción fue inmediata: los presentes se organizaron y la mujer logró subir con su hijo en brazos, lo que provocó un aplauso espontáneo dentro del vehículo.
El protagonista de estas escenas fue identificado como Alfredo Avaya Suárez, quien restó importancia a lo ocurrido y señaló que solo cumplió con lo que considera un deber humano: “Es lo normal, hay que ayudar a la gente. La paciencia y la justicia son parte de nuestro trabajo”, afirmó.
En tiempos en los que predominan la prisa y, en ocasiones, la apatía en la vida cotidiana, ejemplos como el de Alfredo recuerdan que la solidaridad y el respeto siguen vivos en las calles cubanas. Su actuar no solo garantizó justicia en el momento, sino que también dejó una lección de civismo y empatía que muchos de los presentes no olvidarán.
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