La Habana — Durante la primera mitad del siglo XX, La Habana fue considerada una de las ciudades con mayor número de cines por habitante en el mundo. En 1958, se estima que la capital contaba con más de 130 salas activas, muchas de ellas de gran capacidad y con diseños arquitectónicos de vanguardia, que convertían al cine en un centro de encuentro social y cultural.
Hoy, sin embargo, gran parte de aquel patrimonio permanece cerrado, en ruinas o reconvertido en espacios comunitarios y viviendas. Los antiguos cines de barrio, que alguna vez llenaban de vida las noches habaneras, muestran ahora fachadas deterioradas, marquesinas oxidadas y butacas vacías, reflejo del abandono y de la falta de mantenimiento a lo largo de décadas.
Algunos ejemplos ilustran esta transformación: el Cine Apolo, que podía albergar a más de 1.300 espectadores, hoy es sede del Circo Nacional de Cuba; el Cine Fénix, una joya del art déco, fue convertido en viviendas para varias familias; mientras que otros como el Riviera o el Payret sobreviven a duras penas, con una programación esporádica y en instalaciones muy envejecidas.
Especialistas en patrimonio cultural señalan que la situación de los cines en La Habana no solo representa una pérdida arquitectónica, sino también un golpe a la memoria colectiva de la ciudad, que en su momento se enorgullecía de ser una capital cinematográfica de referencia en América Latina.
Aunque algunas salas han sido restauradas parcialmente y adaptadas como centros culturales, la mayoría permanece en estado de abandono. Este contraste entre el esplendor pasado y el deterioro actual resume los desafíos de la capital cubana para rescatar su legado urbano y cultural.
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