La crisis energética en Cuba continúa sin señales de solución a corto plazo, golpeando de manera directa la vida cotidiana de la población y presionando a las autoridades a buscar salidas en medio de crecientes limitaciones económicas.
Apagones prolongados y generación insuficiente
De acuerdo con la Unión Eléctrica (UNE), la red nacional atraviesa un escenario crítico: cuatro bloques termoeléctricos permanecen fuera de servicio por averías y otros tres están bajo mantenimiento. Esta situación ha provocado un déficit considerable que se traduce en apagones masivos, llegando a extenderse por más de 16 horas en algunas localidades. El último fin de semana, varias provincias enfrentaron cortes de electricidad durante toda la jornada, reflejo de la precariedad del sistema.
Impacto económico y social
El Ministro de Economía reconoció que el país acumula cinco años consecutivos de contracción, agravados por la inestabilidad eléctrica. Sectores estratégicos como la agricultura, la minería y la industria manufacturera se ven directamente afectados, reduciendo la capacidad productiva y frenando cualquier intento de recuperación económica.
Respuestas ciudadanas y estrategias de adaptación
Ante la incertidumbre, las familias recurren a soluciones improvisadas. En barrios de La Habana, algunos hogares sustituyen hornillas eléctricas por estufas de carbón y llegan a adaptar equipos básicos, como televisores conectados a baterías de motocicletas, para resistir los apagones. Estas estrategias evidencian la resiliencia de la población, aunque al mismo tiempo reflejan la magnitud de las carencias energéticas.
Factores estructurales del problema
Expertos señalan que la crisis responde a un entramado de problemas de larga data: plantas termoeléctricas obsoletas, falta de combustible, deterioro de la infraestructura y escasez de piezas de repuesto. Estas limitaciones dificultan la estabilidad del sistema y amplían la dependencia de inversiones extranjeras para modernizar la red.
Perspectivas de recuperación
Mientras la población se adapta con ingenio a un escenario adverso, las perspectivas de recuperación dependen de inversiones sostenidas en energías renovables y modernización tecnológica. Sin embargo, las dificultades financieras y el acceso limitado a divisas complican ese camino.
La crisis energética de 2025 reafirma la vulnerabilidad de un sistema eléctrico debilitado y la necesidad de reformas profundas para garantizar un suministro estable en el futuro.
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