Ruinas históricas en paisaje natural con cielo azul.

Café, esclavitud y amor prohibido: la leyenda de Angerona, el cafetal que desafió su época

En el corazón de Artemisa, a escasos 60 kilómetros de La Habana, reposan las ruinas del cafetal Angerona, un lugar donde se entretejen los hilos de la historia cubana a través de una leyenda que combina pasión, resistencia y contradicción. Este enclave, fundado en el siglo XIX, ha sobrevivido al tiempo como símbolo de una época marcada por la riqueza agrícola, la esclavitud y un amor que rompía con las normas sociales de su tiempo.

La historia de Angerona comienza en 1813, cuando el comerciante alemán Cornelio Souchay adquirió tierras fértiles en la entonces región de San Marcos de Artemisa. En poco tiempo, levantó una de las haciendas cafetaleras más imponentes y productivas de Cuba, nombrándola Angerona en honor a la diosa romana del silencio y la fertilidad. Pero el verdadero centro de esta historia no es solo su éxito económico, sino la relación que allí floreció entre Souchay y una mujer haitiana llamada Úrsula Lambert, cuya vida encapsula la tensión entre libertad y opresión que definió el siglo XIX en el Caribe.

Úrsula, nacida libre y proveniente de una familia que huyó de la revolución haitiana, llegó a Angerona en 1822. Allí encontró más que trabajo: compartió con Cornelio un vínculo afectivo que, aunque jamás legitimado públicamente, desafió abiertamente las convenciones raciales y sociales de la época colonial. Juntos transformaron la hacienda en un modelo de producción avanzada, al tiempo que mantenían una relación profundamente íntima que ha quedado en la memoria histórica como una forma de amor subversivo.

A diferencia de otras plantaciones contemporáneas, Angerona es recordada —según documentos conservados en el Archivo Nacional de Cuba— por haber mantenido una política distinta hacia los esclavos. No se han encontrado registros de maltrato sistemático, y Úrsula, quien gestionaba las finanzas de la hacienda, gozaba de una libertad de movimiento inusual para una mujer y aún más para una mujer negra en esa época. Tras la muerte de Cornelio en 1837, Úrsula permaneció en la propiedad durante años antes de morir en La Habana en 1860.

Hoy, Angerona ya no cultiva café, pero sus ruinas evocan el esplendor perdido de una etapa compleja de la historia nacional. Son también escenario de la reflexión cultural: su historia inspiró la película cubana «Roble de Olor» (2004), protagonizada por Jorge Perugorría y Lia Chapman, que explora esa intersección entre poder, afecto y transgresión en un contexto colonial.

La leyenda de Angerona no es solo una historia de amor, sino también un espejo de las tensiones históricas no resueltas en Cuba: la esclavitud, el racismo estructural, la emancipación femenina y la lucha por dignidad. En el eco de sus paredes caídas se escuchan aún los susurros de una sociedad que vivía entre la belleza del cafetal y la brutalidad del sistema colonial. Angerona nos recuerda que la historia no se construye solo con fechas y batallas, sino también con afectos que desafiaron lo establecido.

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