Barcos pesqueros atracados en un muelle.

Júcaro pesca para exportar mientras la mesa del cubano sigue vacía

Mientras la población cubana enfrenta una escasez crónica de alimentos, la Unidad Empresarial de Base (UEB) Flota Pesquera Marina Júcaro, al sur del municipio de Venezuela, en Ciego de Ávila, reinició —tras dos años paralizada— la captura de camarones para la exportación. Pero lo hizo a duras penas, con un cumplimiento de solo el 31% de su plan anual, fijado en 94 toneladas.

La razón principal del bajo rendimiento, según sus directivos, ha sido la falta de combustible, un obstáculo que obligó a iniciar la campaña con dos meses de retraso. La primera embarcación zarpó recién el 27 de febrero, desaprovechando los meses de mayor abundancia de camarón.

A esto se sumaron problemas técnicos en dos de los seis barcos camaroneros, y el deterioro generalizado de una flota que, aunque cuenta oficialmente con 17 embarcaciones, mantiene cuatro fuera de servicio y el resto navegando con dificultad, impulsados solo por la experiencia de los 95 pescadores que aún resisten en alta mar.

¿Exportar mientras el pueblo sobrevive?

La pregunta que muchos se hacen es evidente: ¿por qué insistir en exportar camarones mientras la alimentación nacional vive su peor momento? El caso de Júcaro es solo una muestra más de la lógica contradictoria de un modelo económico que, incluso en crisis, prioriza divisas por encima del abastecimiento local.

La misma directora de la UEB, Yudania Fernández Blanco, admitió que la Empresa Pesquera Industrial de Ciego de Ávila (Epivila) les ha recortado el suministro de combustible a un 40% del nivel habitual, lo que impide planificar o garantizar estabilidad en las capturas. La pesca solo puede realizarse durante quince días al mes, alineada con los ciclos lunares, y cualquier retraso en los insumos inutiliza todo el esfuerzo de lanzar las embarcaciones al mar.

A pesar de las dificultades, la UEB asegura mantener su «encargo» con los sectores priorizados y cubrir, en teoría, el consumo de pescado en el municipio de Venezuela. Pero lo que llega realmente a las mesas de los ciudadanos cubanos es otra historia. La gran mayoría de la población no ve camarón ni en fotos, y el pescado, cuando aparece, suele tener precios prohibitivos o calidad cuestionable.

Producción “para afuera”, estómagos vacíos por dentro

En un país donde los mercados estatales están desabastecidos, los precios de productos básicos se disparan a diario, y la proteína animal es un lujo inaccesible para millones, no puede pasar inadvertido que los pocos recursos disponibles —como el camarón— se destinen a la exportación.

Lo mismo sucede con el café, el tabaco o el ron: productos de excelencia que generan divisas mientras el pueblo lidia con carencias extremas. El relato de “mantener el compromiso exportador” suena cada vez más ajeno e insensible cuando, en el mismo territorio, una madre tiene que inventar cómo alimentar a sus hijos sin leche ni carne disponible.

Incluso los esfuerzos por rehabilitar estanques y modernizar la pesca en tierra —como se indica en datos recientes— lucen desconectados de la realidad cotidiana del cubano promedio. Aunque se celebran algunas metas superadas, los resultados aún están lejos de los niveles anteriores y no impactan significativamente en el mercado interno.

El caso de Júcaro evidencia que, aunque se navega a contracorriente, se hace con un timón que no parece girar hacia el bienestar popular. El país necesita divisas, sí, pero ¿a qué costo y para beneficiar a quién? Exportar camarones mientras el cubano promedio no puede llevar pescado a su mesa refleja una prioridad económica dislocada de las urgencias sociales más básicas.

Nota: Con información del Periodico Invasor de Ciego de Avida

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