La creciente ola de delincuencia en Santiago de Cuba, la “Cuna de la Revolución”, ha puesto de manifiesto la profundidad de la crisis económica y social que azota la región, exacerbando el descontento y la frustración entre los ciudadanos. Beatriz Johnson, Primera Secretaria del Partido en la provincia, ha reaccionado con una postura firme, asegurando que “a nosotros no nos tiembla la mano. ¡Nunca nos ha temblado la mano! Y no va a ser en este momento que nos tiemble ni las manos ni las piernas”.
Esta declaración surge en un momento en que los habitantes de Santiago enfrentan no solo una escalada de violencia y criminalidad sino también una aguda escasez de recursos básicos. Los incidentes recientes incluyen el robo violento a una niña en el barrio de San Pedrito y el hallazgo de un cadáver con signos de violencia extrema. Además, una adolescente fue hospitalizada tras una agresión sexual durante una fiesta callejera, eventos que reflejan el alarmante deterioro de la seguridad pública.
La respuesta del gobierno, aunque pretende ser de mano dura, parece no estar a la altura de las circunstancias actuales. La retórica de Johnson, aunque decidida, choca con la realidad de un pueblo cada vez más exasperado por las condiciones de vida que se deterioran día a día. Los ciudadanos, por su parte, exigen más que promesas y declaraciones fuertes; buscan soluciones reales y efectivas que hasta ahora parecen esquivas.
La situación en Santiago de Cuba no solo es un reflejo de la crisis económica que sufre la isla, sino también de un sistema político que, según críticos y residentes, ha sido incapaz de adaptarse a las demandas y necesidades de su gente. A medida que la delincuencia continúa en aumento, también lo hace la presión sobre los líderes políticos para que implementen cambios significativos que puedan restaurar la paz y ofrecer un futuro más prometedor.