Lo que debía ser un símbolo del endurecimiento de la política migratoria de la administración Trump se ha convertido en una muestra de improvisación y negligencia estructural. Apenas 48 horas después de su inauguración, la prisión de máxima seguridad para migrantes, conocida ya como «Alligator Alcatraz», ha sufrido una inundación severa que ha dejado al descubierto múltiples fallos en su diseño y construcción. El centro, ubicado en medio del Parque Nacional Everglades, un ecosistema protegido de humedales en el sur de Florida, ha generado preocupación tanto por su localización como por sus condiciones.
Desde el anuncio de su construcción, colectivos ambientalistas y organizaciones de derechos humanos advirtieron que levantar una prisión en un entorno como los Everglades no solo era un riesgo ecológico, sino también humano. Las advertencias no fueron escuchadas. La elección de un aeropuerto abandonado rodeado de caimanes, humedad extrema y suelos inestables, lejos de ofrecer seguridad, ha resultado en un escenario distópico: goteras constantes, filtraciones, puertas inservibles ante ráfagas de viento y estructuras endebles que ahora han quedado expuestas.
Pese a las evidencias, las autoridades de Florida aseguran que no se realizarán reformas en el centro penitenciario. El argumento es que los reclusos que serán enviados allí son “lo peor de lo peor”, en palabras de funcionarios locales. Entre ellos, según Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional, se encontraría incluso un individuo acusado de canibalismo. La funcionaria relató en una rueda de prensa, junto al presidente Trump, un inverosímil episodio en el que dicho detenido intentó morderse a sí mismo durante un traslado aéreo.
La prisión ha sido presentada por el gobierno como un espacio de castigo ejemplar para inmigrantes con antecedentes penales graves. Sin embargo, hasta el momento no se ha proporcionado una lista oficial de los delitos de los reclusos ni claridad sobre los criterios de selección. Esta opacidad ha encendido las alarmas entre organizaciones defensoras de los derechos humanos, que denuncian el uso del miedo como herramienta política y exigen la intervención inmediata de organismos de control.
Además de las preocupaciones legales y humanitarias, la ubicación de la prisión representa una amenaza para la biodiversidad de los Everglades. Expertos ambientales alertan que la construcción podría alterar el delicado equilibrio ecológico del parque, hogar de especies protegidas y humedales que cumplen funciones esenciales para la estabilidad hídrica del sur de Florida.
Mientras el gobierno de Trump celebra la prisión como una victoria política en su cruzada migratoria, la realidad en el terreno es la de un centro penitenciario que, incluso antes de recibir a la totalidad de sus internos, ya evidencia señales de colapso. Lo que debía ser un modelo de firmeza se perfila más bien como un ejemplo de imprudencia, con consecuencias humanas y ambientales que podrían ser irreversibles si no se actúa con prontitud.
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