Más de tres meses han pasado desde la desaparición de Doraiky Águila Vázquez, ocurrida el pasado 15 de marzodurante un apagón general en el municipio Diez de Octubre, en La Habana. Desde entonces, su madre, Maura Vázquez, ha recorrido incansablemente las calles de la capital cubana, en una búsqueda que se ha convertido en un clamor nacional por justicia y acción estatal.
Desde los primeros días, Maura ha recurrido a redes sociales, medios alternativos y espacios públicos para visibilizar el caso. En sus mensajes ha denunciado no solo el dolor familiar, sino también la inacción del Estado cubano, al que señala como directamente responsable de la falta de resultados. Asegura que existen estructuras estatales —como el MININT, las Fuerzas Armadas, los CDR y las escuelas militares— que podrían movilizarse de forma coordinada y rápida, pero que no han sido activadas. “No pido, no ruego, no imploro: responsabilizo al Gobierno cubano por la búsqueda de mi hija”, declaró recientemente.
Ante el silencio institucional, ha sido la ciudadanía quien ha asumido el peso de la búsqueda. Familiares y personas solidarias han repartido volantes, realizado publicaciones, y ofrecido una recompensa de 350,000 pesos cubanos a quien aporte información confiable. Una usuaria en redes relató el encuentro con una madre que deambula sola, bajo el sol, pidiendo ayuda sin recibir respuesta oficial. “Es una mujer caminando contra el olvido”, escribió.
La familia ha explicado que Doraiky padece episodios de pérdida de memoria transitoria, condición que pudo agravar su vulnerabilidad en medio del apagón. No tiene antecedentes conflictivos, y días antes ya había mostrado signos de desorientación. Su estado de salud exige una búsqueda rápida, médica y especializada, que no ha ocurrido.
Este caso no es un hecho aislado. Cada vez son más los reportes de personas desaparecidas en Cuba cuya búsqueda recae únicamente en las familias. La falta de protocolos oficiales, de alertas públicas y de transparencia informativaha generado una creciente desconfianza y desesperanza entre la población.
Para Maura, su lucha ya no es solo por Doraiky, sino por todas las personas cuyos casos han sido ignorados o silenciados. “No pido ayuda extranjera; exijo que mi país actúe y demuestre que puede cuidar a su gente. No puede ser que desaparezcamos sin que pase nada”, expresó.
Mientras el tiempo avanza y las autoridades guardan silencio, una madre cubana sigue caminando las calles, aferrada a la esperanza de reencontrar a su hija, y recordándole al país que el derecho a la verdad, a la justicia y a la vida no puede depender de la voluntad de unos pocos.
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