Un nuevo episodio de maltrato en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) ha desatado indignación en redes sociales y reabre el debate sobre la naturaleza real del Servicio Militar Obligatorio en Cuba, especialmente para los jóvenes que, sin opción ni voluntad, son incorporados a una estructura que en demasiados casos ha sido denunciada como abusiva y deshumanizante.
En las últimas horas, la página Chismes y Farándula ha difundido un video perturbador, grabado en una unidad militar en la provincia de Guantánamo, que muestra a un joven recluta —identificado por otro soldado como “Lester”— siendo víctima de abuso físico y psicológico por parte de un oficial superior cuya identidad aún no ha sido establecida.
En la grabación, el recluta aparece en cuclillas, visiblemente agotado, con un pesado tronco de plátano colocado sobre la espalda, en lo que claramente parece ser un castigo impuesto por su superior. El joven, hambriento y al borde del colapso físico, intenta cumplir la orden, pero su cuerpo no responde. En lugar de recibir asistencia o compasión, el oficial le propina un traspiés violento, provocando una caída estrepitosa en la que el recluta golpea su espalda y cabeza contra el suelo.
El silencio y el miedo del resto de los soldados, que presencian la escena sin intervenir, es tan elocuente como el acto mismo. Refleja una estructura militar donde el abuso ha sido naturalizado, y la denuncia, cuando existe, es penalizada.
Este caso no es un hecho aislado. Durante años, familias cubanas han denunciado episodios similares: castigos extremos, humillaciones, trabajos forzados, desnutrición y maltrato verbal y físico contra jóvenes que, en la mayoría de los casos, son incorporados al servicio militar contra su voluntad, sin posibilidades reales de objeción o apelación.
Bajo el pretexto de “forjar el carácter” o “disciplinar”, muchos oficiales —amparados por la opacidad del sistema y la falta de controles externos— imponen prácticas que bordean o cruzan abiertamente la línea del trato cruel, inhumano o degradante.
Mientras la narrativa oficial presenta al servicio militar como una obligación honorable y necesaria, este tipo de denuncias ponen en evidencia una estructura que, en lugar de educar o formar, reproduce dinámicas de sometimiento, violencia y abuso de poder.
Los derechos de los reclutas —menores de edad en muchos casos— no están garantizados por ningún mecanismo independiente. Las familias no pueden intervenir y, frecuentemente, quienes intentan denunciar los abusos enfrentan represalias, tanto dentro como fuera de las unidades.
La gravedad de este caso exige más que una simple condena en redes sociales. Es urgente abrir una investigación independiente, sancionar a los responsables y establecer mecanismos de supervisión y protección que eviten que jóvenes cubanos sigan siendo expuestos a este tipo de tratos.
Mientras no se aborde de raíz la falta de transparencia y de garantías legales dentro del servicio militar, más jóvenes seguirán siendo víctimas de una maquinaria que dice formar ciudadanos, pero que en realidad destruye su dignidad.
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