La falta de gas licuado en gran parte del país continúa generando serias afectaciones para la población, y según informa Diario de Cuba, la causa principal del desabastecimiento radica en la imposibilidad de pagar los embarques de combustible que llegan a la isla. Aunque varios buques se encuentran en puertos cubanos o en ruta hacia ellos, algunos han tenido que esperar varios días para descargar hasta que se efectúen los pagos correspondientes.
De acuerdo con declaraciones recientes de autoridades de CUPET (Unión Cuba-Petróleo), la producción nacional solo alcanza para cubrir un 20% del consumo interno, por lo que la dependencia de importaciones es prácticamente total. A esta situación se suma la escasez de materia prima, que está afectando también la fabricación y reparación de cilindros, un elemento clave para la distribución doméstica del gas.
Hogares sin alternativas: vuelta al carbón y la leña
La consecuencia directa de esta crisis se siente en los hogares, donde miles de familias han tenido que recurrir al uso de leña y carbón como alternativas para cocinar, especialmente en zonas rurales y comunidades vulnerables. En un país donde las condiciones del sistema eléctrico ya son frágiles, la falta de acceso a gas licuado agudiza aún más la crisis energética y alimentaria.
En barrios de La Habana, Santiago de Cuba y Holguín, los testimonios de ciudadanos afectados abundan. “Llevo más de dos meses sin gas y no me queda otra que usar carbón en el patio. ¿Y si llueve? No se cocina”, comenta una residente de Centro Habana. En muchos casos, la falta de gas también está limitando el funcionamiento de comedores estatales y escuelas.
Crisis estructural y consecuencias sociales
El desabastecimiento del gas licuado no es nuevo, pero se ha agravado en las últimas semanas debido a problemas financieros persistentes y la incapacidad de garantizar importaciones estables. La situación también evidencia la fragilidad de la infraestructura energética nacional, que depende de alianzas externas y carece de mecanismos eficaces para responder a emergencias logísticas.
Además, la imposibilidad de mantener un suministro regular de gas repercute en la salud pública y la seguridad alimentaria, en momentos en que los índices de inflación siguen creciendo y el acceso a productos básicos continúa siendo limitado para gran parte de la población.
Organizaciones independientes y economistas han señalado que el país necesita una reestructuración profunda del sistema energético, acompañado de transparencia en la gestión de recursos y medidas concretas para garantizar el acceso equitativo a fuentes de energía limpia y segura.
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