En plena crisis económica, energética y alimentaria que atraviesa el país, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez realizó una gira por varios municipios de la provincia de Camagüey, en lo que fue presentado por los medios oficiales como un recorrido para «acompañar» experiencias productivas exitosas. Sin embargo, el contraste entre los discursos oficiales y las condiciones reales de producción reflejadas en cada lugar visitado dejó en evidencia la profundidad de los problemas estructurales que ahogan a la economía cubana.
Durante su paso por la UBPC Constitución, en Guáimaro, Díaz-Canel dialogó con un joven productor que intentó revitalizar una finca baldía con cultivos mixtos, incluyendo tabaco, maíz, yuca y calabaza. Aunque el mandatario elogió la iniciativa, el propio campesino tuvo que señalar la falta de energía eléctrica suficiente para regar las tierras, una situación que se repite en decenas de comunidades rurales del país. La solución no llegó. Solo palabras.
En el Proyecto de Desarrollo Local Rincón del Lago, una familia produce alimentos para la comunidad, en un esfuerzo admirable, pero que responde más al vacío dejado por las instituciones estatales que a un plan de desarrollo coherente. La producción con fines sociales ha pasado a depender de la voluntad individual y del sacrificio doméstico, mientras el Estado continúa sin garantizar servicios básicos ni estabilidad económica.
La visita al Complejo Lácteo de Sibanicú, considerado el mayor del país, reflejó un panorama aún más preocupante. La planta opera por debajo de su capacidad por falta de leche y apagones constantes, y tiene el techo en condiciones deplorables. El colectivo pidió fondos para rehabilitar la estructura, mientras el presidente, sin respuestas concretas, “tomó nota”. Una escena ya conocida.
Los trabajadores también hablaron de los salarios bajos y variables, supeditados a utilidades que dependen de una producción cada vez más difícil de sostener. El mandatario mencionó la necesidad de mejorar el salario básico, pero no anunció ningún cambio real, dejando en el aire otra promesa que probablemente se pierda en la rutina burocrática.
En la UBPC «El Entronque», se resaltaron rendimientos agrícolas que el presidente calificó de “impresionantes”, aunque no representan la norma en un sistema productivo colapsado. En Camagüey, como en el resto del país, los mercados están desabastecidos, los precios por las nubes y el acceso a alimentos sigue siendo un drama cotidiano para millones de cubanos.
La gira concluyó en la vaquería 5.30, una de las pocas que ha sido recuperada. De las 416 unidades ganaderas de la provincia, solo una docena ha podido reactivarse. El mandatario pidió continuar con la recuperación, sin aclarar cómo se hará con falta de combustible, insumos, equipos, personal y presupuesto.
Una gira más para la galería
Lo que en los partes oficiales fue presentado como un recorrido productivo, no es más que una postal cuidadosamente seleccionada que intenta disimular la gravedad de una crisis nacional que ni la retórica ni los recorridos pueden ocultar. El país vive una situación límite: apagones diarios, inflación descontrolada, migración masiva, hospitales sin recursos, escuelas deterioradas y salarios que no alcanzan para lo básico.
Mientras se repiten frases sobre el “orgullo de lo logrado” y se alaban “modelos locales de resistencia”, la mayoría del país sobrevive con resignación, sin acceso estable a comida, electricidad o servicios básicos. La visita de Díaz-Canel no trajo soluciones, solo una puesta en escena donde se aplaude al presidente mientras los problemas reales siguen esperando respuestas que no llegan.
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