Durante su reciente visita a Rusia con motivo del 80.º aniversario de la victoria soviética sobre la Alemania nazi, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel sostuvo un encuentro bilateral con su homólogo chino, Xi Jinping. La reunión, celebrada al margen de las conmemoraciones oficiales, reafirmó los vínculos diplomáticos y la voluntad de ambos gobiernos de profundizar su “cooperación estratégica”, pero no concluyó con anuncios de ayuda económica o nuevos acuerdos financieros para la isla.
El intercambio fue reseñado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de China y por medios oficiales cubanos como Granma, destacando el tono cordial y el énfasis en fortalecer la asociación en el marco de iniciativas multilaterales como la Franja y la Ruta. Díaz-Canel agradeció el respaldo histórico de Pekín y elogió el liderazgo de Xi, mientras que el presidente chino calificó la relación bilateral como “especial y fraternal”. Sin embargo, más allá del lenguaje protocolar, no se materializaron compromisos económicos concretos, en contraste con encuentros anteriores entre ambos líderes.
En particular, la reunión dista de lo ocurrido en noviembre de 2022 en Pekín, cuando se anunciaron acuerdos de cooperación en áreas como la biotecnología, la energía y la infraestructura. Esta vez, la agenda se limitó a gestos de amistad y reafirmaciones políticas, sin promesas de financiamiento, inversión directa ni donaciones adicionales que pudieran aliviar la severa crisis que enfrenta Cuba.
La falta de resultados tangibles ha provocado comentarios críticos en redes sociales, donde usuarios como @Catv20171 describieron el encuentro como “una foto de chinos serios” sin impacto real. Este tipo de reacciones refleja el escepticismo creciente sobre la capacidad de la diplomacia cubana para traducir su red de alianzas políticas en beneficios concretos para la economía nacional.
Cuba atraviesa una de las peores crisis de las últimas décadas, marcada por apagones prolongados, escasez generalizada de alimentos, medicamentos y combustible, y una inflación que ha reducido drásticamente el poder adquisitivo de la población. En ese contexto, el gobierno ha buscado apoyo de socios estratégicos como Rusia y China para afrontar los desafíos internos. Aunque Pekín ha ofrecido asistencia en el pasado —incluyendo suministros médicos durante la pandemia y cooperación técnica en sectores puntuales—, esta reciente reunión no aportó señales de una renovada inyección de recursos.
Analistas consultados por medios internacionales advierten que, pese a la cercanía política, China ha adoptado en los últimos años una postura más cautelosa respecto a sus compromisos económicos con Cuba, priorizando relaciones comerciales rentables y evitando implicaciones financieras sin garantías de retorno. Esta tendencia, sumada a las propias presiones internas y externas que enfrenta el gigante asiático, podría explicar la falta de anuncios concretos tras el encuentro.
Por ahora, la relación entre La Habana y Pekín continúa sustentada en la afinidad ideológica y la cooperación política, sin que ello se traduzca necesariamente en soluciones inmediatas para los problemas que afectan a la población cubana. Mientras tanto, el país sigue esperando señales de alivio que vayan más allá de los gestos diplomáticos.